EL ADIÓS DEL GUERRERO AFRICANO
Adiós a vosotros que sois esencia
de lo que tuve y aún conservo.
Marcho lejos, más allá del horizonte
y la frontera de lágrimas y desgarros.
Me han hecho guerrero y debo traspasar
los lindes de la batalla de arcos y flechas.
Es posible que no regrese jamás
y quiero llevaros dentro, como un tesoro.
Cuando niño, aquí junto a la choza,
me disteis a beber agua de la fuente,
planté futuro y corté margaritas
para el hechicero y las vírgenes.
No se me olvidan las espadañas,
ni las palomas blancas, ni los vencejos.
Aprendí a sanar pardales desvalidos
y a lidiar con las culebras y escorpiones.
Entre todos me hicisteis fragua incandescente,
capaz de someter a las tormentas
que arreciaban en las selvas y desiertos
donde las hienas y las cebras locas.
No tengo miedo a nada y temo a todo,
pero si no vuelvo, ya sabéis qué quise decir.
Me voy con el alma ardida de bucles de auroras
y relentes de rocíos y desasosiegos.
Mis piernas se hicieron fuertes
de tanto cavar la tierra de guijarros llena.
Mis brazos sembraron el mijo y el maíz
para que naciera permanencia y saciedad.
La punta de mi lanza, antes herrumbrosa,
está afilada con el mismo esmeril que las hoces
y mi escudo relumbra destellos cegadores
de tanto sol y tanta nieve como soporté.
Me voy para siempre y aquí dejo mi suspiro
y el calor del abrazo que traspasa,
para que sintáis que soy el guerrero valeroso
de la gran batalla perdida, para nunca volver.
No olvidéis regar las plantas y los jazmines,
ni de implorar a todos los dioses
que atajen para siempre lo injusto de la sangre
que fertiliza al espino y la víbora.
Tengo los músculos refractarios y tersos
como pétreo mármol de certeza.
Seré guerrero acechando para un ataque,
con disciplina de ejército de tinieblas.
Ahí quedan mis jardines y eriales
como el corazón en el que os llevo.
De nada ha servido mi vida... ni la vuestra,
todo resquicios de muerte y polvo inútil.
Os queda la casa de África y la esperanza
de que resucitéis al continente dormido.
África, África, mi sangre y mi valor
quedan sembrados junto al Kilimanjaro.
¿Dónde esconderé la flor de mi ternura?
Poema inspirado en el cuadro de Beatriz Provens : “Acechando para un ataque”.
Evaristo Cadenas, 18-10-07
de lo que tuve y aún conservo.
Marcho lejos, más allá del horizonte
y la frontera de lágrimas y desgarros.
Me han hecho guerrero y debo traspasar
los lindes de la batalla de arcos y flechas.
Es posible que no regrese jamás
y quiero llevaros dentro, como un tesoro.
Cuando niño, aquí junto a la choza,
me disteis a beber agua de la fuente,
planté futuro y corté margaritas
para el hechicero y las vírgenes.
No se me olvidan las espadañas,
ni las palomas blancas, ni los vencejos.
Aprendí a sanar pardales desvalidos
y a lidiar con las culebras y escorpiones.
Entre todos me hicisteis fragua incandescente,
capaz de someter a las tormentas
que arreciaban en las selvas y desiertos
donde las hienas y las cebras locas.
No tengo miedo a nada y temo a todo,
pero si no vuelvo, ya sabéis qué quise decir.
Me voy con el alma ardida de bucles de auroras
y relentes de rocíos y desasosiegos.
Mis piernas se hicieron fuertes
de tanto cavar la tierra de guijarros llena.
Mis brazos sembraron el mijo y el maíz
para que naciera permanencia y saciedad.
La punta de mi lanza, antes herrumbrosa,
está afilada con el mismo esmeril que las hoces
y mi escudo relumbra destellos cegadores
de tanto sol y tanta nieve como soporté.
Me voy para siempre y aquí dejo mi suspiro
y el calor del abrazo que traspasa,
para que sintáis que soy el guerrero valeroso
de la gran batalla perdida, para nunca volver.
No olvidéis regar las plantas y los jazmines,
ni de implorar a todos los dioses
que atajen para siempre lo injusto de la sangre
que fertiliza al espino y la víbora.
Tengo los músculos refractarios y tersos
como pétreo mármol de certeza.
Seré guerrero acechando para un ataque,
con disciplina de ejército de tinieblas.
Ahí quedan mis jardines y eriales
como el corazón en el que os llevo.
De nada ha servido mi vida... ni la vuestra,
todo resquicios de muerte y polvo inútil.
Os queda la casa de África y la esperanza
de que resucitéis al continente dormido.
África, África, mi sangre y mi valor
quedan sembrados junto al Kilimanjaro.
¿Dónde esconderé la flor de mi ternura?
Poema inspirado en el cuadro de Beatriz Provens : “Acechando para un ataque”.
Evaristo Cadenas, 18-10-07
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