Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

sábado, 14 de abril de 2007

MEMORIAS DE UN NIÑO LABRADOR (II)

Mi padre era muy ingenioso y simpático, gozando de cierta fama en el pueblo por su facilidad para hacer reír.
Un día se presentó en casa con un cachorro muy bonito de pastor alemán. Mi madre decía que ese perro cuando se hiciera grande sería peligroso teniendo niños en casa.
Como mi padre estaba entusiasmado no hizo caso y lo crió con mucho esmero y cuidado.
Cuando ya era suficientemente grande decidió sacarlo al campo para que nos hiciera compañía mientras hacíamos los trabajos propios de un labrador.
Mi padre, si decirnos nada, le puso un nombre al perro, que lucía un saludable aspecto y una grácil e imponente figura.
Montados en el caballo, definitivamente llamado Caracol en homenaje al cantaor flamenco, mi padre y yo, llevábamos detrás al perro.
Los vecinos con los que nos íbamos cruzando por el camino, sorprendidos porque mi padre tuviera aquel perro tan bonito, preguntaban:
- Vicente, ¿cómo se llama el perro?
- Cuál. Contestaba mi padre, muy serio.
- El perro, ¿que cómo se llama? Volvía a preguntar el vecino.
- Cuál. Volvía a responder mi padre.
- ¿Estás sordo? ¿Qué como se llama el perro?
- Cuál.
- ¿Pero es que no me escuchas? ¿Qué cómo se llama el perro?
-Cual.
Así durante tres o cuatro veces hasta que el vecino ya enfadado se iba con gesto de mal humor.
Entonces mi padre ya aclaraba el asunto.
- Benito, que no te enteras. Te he dicho cuatro veces que el perro se llama “Cuál”.
Al Benito no le quedaba más remedio que tomarlo a risa y se iba admirado del ingenioso recurso de mi padre para echarse unas risas a cuenta de los vecinos.
Esa escena se repetía tres o cuatro veces a diario hasta que todo el pueblo se enteró de que mi padre tenía un perro que se llamaba “Cuál”.
Habían pasado tres o cuatro años y la enormidad del perro y su nobleza nos admiraban a todos.
Mi madre le había comprado a mi hermana mayor unos zapatos, de piel, muy bonitos para que los estrenara el día de Ramos. Fue a misa tan contenta y tan guapa. Al volver a casa se los quitó con la intención de volver a ponerlos por la tarde, así que los dejó debajo de la cama.
Sobre las siete de la tarde, cuando mi hermana se disponía a salir, los zapatos no aparecían por ninguna parte. Menuda llorera que cogió la pobre.
Todos pensábamos que alguien había entrado en casa y se los había robado. Al día siguiente mi padre descubrió que el perro “Cual” los había comido y tenía los restos sobre las mantas viejas donde dormía.
- Ya te lo decía yo. Replicó mi madre, con un disgusto enorme.
Mi hermana, al enterarse, tuvo otra buena sesión de llantos, hipos y maldiciones contra el pastor alemán.
Mi padre regaló el perro a una familia de un pueblo cercano y nosotros, no sin pena, nos quedamos sin el “Cuál” qué tantos buenos ratos y alguno malo, nos hizo pasar.

E. C.

1 comentarios:

Blogger Julián Pantoja ha dicho...

mi perro se llama Cual!!

20 de junio de 2009, 11:33  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio