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viernes, 29 de junio de 2007

LA CAJITA DE JOYERÍA (cuento a vuela pluma)


En aquel pueblecito, andaluz y marítimo, pensaba pasar unos días de vacaciones y disfrutar del mar, por lo que cogí una habitación de hotel con buenas vistas. Dormí bien aunque el rumor de las olas, por no estar acostumbrado a tal maravilla, me tenían un poco impaciente. Desperté temprano después de haber soñado algo excitante y tormentoso, como de costumbre. Me asomé a la terraza para comprobar cómo estaba el Mediterráneo y asombrado por la inmensidad del paisaje azul y neblinoso, decidí dar un paseo por la playa. Con los vaqueros remangados hasta media pierna y las zapatillas en la mano, paseaba descalzo para sentir la frescura de la arena mojada. El sol aún no había salido y la soledad se dibujaba con una bandada de gaviotas que se lo pasaban en grande jugando a ver quién era la que mejor planeaba y conseguía el más sabroso bocado entre la espuma de las olas. El cielo estaba precioso con alguna nube algodón. En el horizonte clareaba y el sol no tardaría en salir. Iba absorto pensando en mis sueños imposibles, cuando me llamó la atención un objeto semienterrado en la arena mojada. Con el filo de una concha fui escarbando por los alrededores, con mucho cuidado ya que parecía resistirte a que lo cogiera. En unos minutos pude tener en la mano un envoltorio, de papel de regalo, perfectamente realizado y donde aún se conservaba la pegatina que decía: “Felicidades”. Con bastante cuidado fui desenvolviendo el misterio. Era una cajita de joyería muy bonita. En la tapa unas letras, doradas en relieve, ponían: Joyería “El diamante” y debajo, Zamora. Al agitarla junto a mi oído sonaba algo sólido. Debe ser un anillo de compromiso, quizá unos pendientes ¿Cómo habrá llegado hasta este lugar, tan lejano de Zamora, una cajita como ésta? ¿Será el regalo de una novia desengañada que lo lanzó al mar llena de rabia y dolor? ¿Se le habrá perdido a algún turista, de la provincia castellana, mientras descansaba en la playa ayer por la tarde? Antes de abrirla miré al cielo, como para pedir el milagro de que el objeto fuera de gran valor y que me permitiera materializar alguno de mis deseos irrealizables por falta de medios económicos. Decidido a salir de la incógnita abrí la caja. Contenía una simple chapa de botellín de cerveza. Volví al hotel con una pequeña frustración pero con una inmensa fortuna, porque pensar en mi hallazgo es imaginar mil y una historias posibles. Conservo la cajita sobre unos libros y de vez en cuando la cojo y acaricio entre las manos y antes de abrirla cierro los ojos y pienso en lo que podría contener si fuera un mago. Finalmente la abro y siempre su vacío de contenido trae a mi mente el mismo mensaje: “Anillo del compromiso de trabajar más y mejor cada día “ ¡Manos a la obra!

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