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lunes, 10 de septiembre de 2007

ME LAVO LAS MANOS

Me lavo las manos y pienso que puedo escribir los versos mas triste esta noche. Mis dedos están limpios, mis uñas necesitan un buen repaso de corta uñas y de lima. Si me lo hubieran dicho hace tres, siete, nueve años antes, no le me hubiera creído ¿Cómo puede ser que haya ocurrido esto? Podría haber sido en la misma ciudad, en el mismo barrio, en la misma avenida. Pero no. La pulsera acabará pudriéndose de tanto lavarme las manos con ella puesta. Sus ojos no han cambiado a pesar de los veinte años que se nos han pasado sin vernos y de repente, como un rayo que fulmina, me da un zarpazo la mirada y me encuentro que el piso que han vendido hace dos meses ahora lo ocupa ella. Ella que siempre fue ella, durante casi veinte años de no saber nada ¿A qué piso va? Al cuarto ¿y tu? Al tercero. No es posible. Si, si es posible, soy yo. Este jabón no dura nada y la pulsera acabará derramada en cualquier lugar. La nigeriana me lo advirtió. Es de cuerda y la tienes que quitar cada vez que te laves las manos ¿Tu viviendo en la misma casa que yo después de veinte años? Eso parece. No has cambiado, sigues siendo la mas guapa de todas. Ni tu tampoco, aún me dices lo mismo que me decías en tu pueblo ¿Qué será de nosotros? Ya sabes, dar tiempo al tiempo. La toalla ¿dónde está la toalla? ¿Quién habló de las vueltas de la vida? Toda la noche sin dormir. Si no fuera que otros ya lo dijeron podría escribir los versos más tristes esta noche. Le compramos el piso al dentista. Pues nos veremos desde la terraza del patio, aunque no lo queramos. Me voy que llego tarde. A cualquiera que se le diga no lo creerá ¿Qué será de nosotros?

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