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lunes, 2 de junio de 2008

YO DUERMO SOLA

Yo duermo sola,
la luna ronda a las estrellas,
la lamparita encendida, el libro...
es denso, las Pléyades lejanas
y ya hice todo lo que se necesita.

Recuento de vida en caleidiscopio
y me confirmo durmiendo sola.
El espejo devuelve mi imagen desnuda
y hermosa, porque soy la preciosa
actriz protagonista de mi misma.

Debe ser media noche y orvalla,
orvalla para regar mis geranios
y aguarme los sueños
que podría soñar esta noche.
Sola el tiempo y yo. Tiempo de estar sola.

Cama ancha como territorio sin fronteras,
niebla que transita por la memoria.
Mis manos testifican sangre hirviendo
y las siento vacías. Mis manos vacías,
mi corazón ardiendo y mis ojos brillantes.

Fiebre, debo tener fiebre por lo que ardo,
por lo que quema el averno que me habita.
Fiebre que desea todo el ansia
que el espejo sabe de memoria
y el dedo medio marca el camino.

Yo duermo sola
y después de un dedo viene otro y otro,
hasta llenarme con toda la mano
de mi gran fuente que es manantial
y me sacia hasta la inmensidad del instante.

Nadie sabe lo que pasa dentro de casa,
cuando cierro la puerta y estoy dentro,
océano de enigmas que inunda
cada poro de la piel que envuelve
y así voy viviendo, así voy muriendo.

No concibo otra belleza que la melancolía
de estar sola todo el tiempo, mi tiempo.
Se oye el claxon de un coche y la calle
resucita porque amanece y duermo sola.
Miro mis manos... y esculpo mi paraíso.

Me viene uno, y luego otro y más
siempre más, más que tu cuando estabas,
más que nadie y que todos.
Hoy puede ser el domingo de los instantes
inacabables como este suspiro, que me entra.

Siempre abrir mi carne para que entre mi mano
que procure catarata interminable, anhelo
de tenerme a mi misma, porque me amo,
irremediablemente, para prolongarme
y no caer al abismo de la desolación.

Yo duermo sola,
sin necesidad de nadie... ni de ti.
Aquí se está bien, no anda un alma,
ni tan siquiera la mía. Sola con mi manos
y mi tiempo que se derrama como yo ahora...

Quisiera ser la espuma que se desliza
caliente y espesa por mi caverna,
hasta lubricar el orificio de mi otro camino.
¿Dónde el magma incandescente, que extraño,
para que penetre más adentro de mis sueños?

Yo duermo sola, como las piedras.

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