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sábado, 14 de marzo de 2009

LA IRREALIDAD DE SOPHIE

No pude elegir peor día para hacérmelo, pero la suerte estaba echada y no había elección posible: hoy o nunca. La ciudad desierta dormía a más de cuarenta grados a la sombra. En el autobús el aire acondicionado aliviaba un poco, pero no mucho. No podía dejar de pensar, así que para mi todo era secundario, todo imperceptible, el calor, el sudor pegajoso, los escasos transeúntes, los escaparates, los carteles publicitarios... todo era nada para mi.
El tipo de letra me encantaba: Shadowed Germánica, cuerpo cuarenta y ocho en negrita, color negro. Como no tengo cartucho de color en la impresora, no pude probar la primera idea de alternar varios colores. En negro tinta china. A las cuatro de la tarde no habría gente y me tocaría ser de las primeras.
Al llegar al establecimiento me encontré con el cartel de cerrado por vacaciones hasta el dieciocho, perdonen las molestias. Creí que me daba algo, por momentos sentí deseos de suicidarme o de suicidar a alguien, por mucho que miraba y miraba el cartel, no había forma de cambiarlo. Estaba cerrado y punto.
Desolada, tuve la intención de volver para casa y dejarlo para nunca jamás o tal vez para el día diecinueve. No podía ser, me dije, otro habrá que me lo haga. Que me lo hiciera “El” entraba dentro del kit completo de la decisión tomada... cuando surgen imponderables como este, me pongo frenética de una mala ostia que me dan ganas de todo. Encima no tengo papel de fumar para calmarme un poco. El espejo de un viejo escaparate me mostró los ojos encendidos, a punto de la lágrima... Tranquila Sophie, lo que sobra es gente, me dije.
El Fortunita me supo a gloria y ya me sentía un poco más tranquila. Paso de que la gente me mire las rastas...
(mañana más)

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