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domingo, 1 de marzo de 2009

MINI RELATO

26.-
Cuando me admitieron en el circo me puse muy contenta, como es lógico. Por fin tenía asegurado un plato de sopa caliente.

El primer día de exhibición, al quitarme el kimono de seda, todos quedaron sorprendidos, con la boca abierta, y al unísono, sonó un Ohhhhhhhhhhhhhhhhh¡¡¡ de sorpresa y admiración.

Mi número suele durar quince minutos, el tiempo suficiente para dar tres vueltas alrededor de la pista y si acaso, detenerme ante el que lo solicita para que pueda verme con más detenimiento y dejarme una propina en el sombrero. Al terminar mi actuación, con los brazos en alto, siempre me dan un aplauso que dura lo mismo que el que le dan al domador de leones.

Los comentarios son de lo más variado, muestra, generalmente, de la ignorancia de la mayoría de los que me contemplan.

Unos dicen: “son tetas ciegas”, otros: “son manos sin dedos“, alguno, que va de listo, dice: “son protuberancias”.

Como nunca tiene que faltar algún disgusto, resulta que ahora me está naciendo la número trece y eso me da mala espina, por el número, no porque me duela o me de desazón. Si al menos estuviera segura de que es la última que me nace...

Pero mi auténtica preocupación es... que hoy he conocido a alguien.

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