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miércoles, 9 de julio de 2008

SECRETOS DE MUJER.

-1- La mujer de la playa.
Tengo un sueño de calidad, es decir, con cuatro horas que duerma es suficiente para sentirme descansado el resto del día. En la casa todos duermen y la oscuridad no me permite ver la hora que es. Me noto impaciente por ir a ver el mar. En vez de darle vueltas a la cabeza y pensar en lo que no debo, decido levantarme y salir a la calle.
Aún no ha amanecido del todo, la frescura y el olor que desprenden las olas en la playa me conforta. No tardo ni dos minutos en estar sentado sobre el espigón de la bahía. El cielo es una maravillosa secuencia de luz y color, el mar está en calma y sus infinitas olas no paran en su incesante parto de espuma contra la arena de la playa. Enciendo el primer cigarrillo y aspiro aire de mar y una especie de confortabilidad y satisfacción me inundan. A lo lejos, entre las rocas, se divisa el perfil de un pescador con su caña. Me acuerdo de algunas acuarelas y de otros paisajes antes vistos. Este de ahora es idílico, único, lo más hermoso del mundo. Me siento acompañado por una pléyade de gaviotas y en el horizonte las nubes se vuelven rojizas anunciando la inminente salida de sol.
Por el paseo marítimo una mujer joven habla con su móvil y se quita los zapatos para bajar a la playa. Se acerca a las olas y se moja los pies. No se da cuenta de mi presencia y sigue con su conversación animada y al levantar la cabeza percibe que la observo. Es hermosa.
Se limpia la arena de los pies y se pone los zapatos. Sube por la senda del espigón y parece decidida a hablar conmigo.
- ¿Me das fuego, por favor? Para entonces ya había colgado el teléfono y al encender mi zippo, pude ver sus ojos verdes y acuosos. Había llorado.
- ¿Muy enamorada?
- Demasiado ¿Se nota?
- Un poco. Eso es bueno. Te envidio.
- No puedo permitirme que se note. Mi marido duerme en el hotel. Cuando vuelva espero que no se de cuenta ¿No tenías sueño?
- No. Me gusta fumar y en casa no puedo, así que vengo aquí un rato hasta que llegue la hora del desayuno.
- Me apetece bañarme ¿me acompañas?
- Báñate tu. Cuidaré de tu ropa.
Bajamos juntos hasta la playa. Se quedó desnuda y dentro del mar, nadó un poco y en cinco minutos la estaba secando la espalda. Su cuerpo... venus de bronce.
- Soy idiota. No debí mojarme el pelo. Dijo, mientras se ajustaba el tanga y se ponía su vestido blanco, estilo ibicenco.
- Has hecho bien. Cuando llegues al hotel podrás decir que has bajado a darte un baño.
- Tienes razón, no lo había pensado.
Nos sentamos casi rozándonos y mientras fumábamos, se hizo un silencio.
- ¡El mar es una maravilla! Somos de tierra adentro y cada vez que venimos aquí me siento otra. Me excita, entro en la gloria, me hierve la sangre y me noto muy caliente ¿Mañana vendrás?
- Claro, solo estaremos seis días, quiero disfrutar del mar todo lo que pueda.
- También vendré. Necesito hablar con él. Me tiene loca, hace sentirme como un torbellino, como un torrente desbocado. Ahora, le deseo y cuando llegue al hotel he de acostarme al lado de mi marido y esperar a que se despierte. Necesito hacer el amor y tener cuidado de que no se me escape el nombre del otro cuando me vengan ¿Estaré loca? ¿Por qué te cuento esto si te acabo de conocer?
- Desahógate si quieres. Te escucho.
Se levantó, me dio un beso en la frente...
- Mañana te cuento.

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