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domingo, 26 de octubre de 2008

VOY MUCHO POR EL GIJÓN

Mientras cepillaba y cepillaba su larga melena rubia ante el espejo del armario, no dejaba de hablar sobre su soledad y tristeza, sobre su insatisfacción permanente. Yo estaba más interesado en la contemplación de su hermoso cuerpo desnudo. "Voy mucho por el Café Gijón", dijo al abrir el armario para sacar la percha donde colgaba su ropa. En el espejo vi a un hombre desnudo sobre la cama y fumando un cigarrillo con cara de satisfacción ¿Ése hombre soy yo? Mientras se vestía la mujer hermosa y rubia, hablaba de sus muchos quehaceres y de la estrategia que tenía que armar para conseguir dos horas, cada tres días, para poder estar conmigo en esta habitación de hotel. Volvió a repetir: "Voy mucho por el Gijón". Esta tarde me acordé y vine. Me senté en una de las mesas de mármol que hay junto a las ventanas y unas veces miraba a la gente pasar por la calle y otras a la del café. No hay ninguna mujer con melena rubia. El vetusto reloj marca las once menos cuarto. En el baño, mientras me lavo las manos, veo a un hombre ¿Ese soy yo? En la mesa, la taza del café está vacía y en la calle parece que llueve, más que nada lo digo porque hay personas que van con paraguas. El reloj marca las once y quince y no hay ninguna mujer rubia. Conozco mucho a uno de los camareros, al que se llama Pepe. Le doy de mano para que me cobre y mientras me da la vuelta le pregunto ¿Sabes quién soy? Si hombre, contestó ¿cómo no lo voy saber si vienes mucho por aqui? tu eres... bueno ahora no me sale tu nombre, te llamas... Enrique o algo así. En casa miro mis documentos y yo no me llamo Enrique. Bueno, el miércoles me toca hotel de ocho a diez, le preguntaré a la rubia, ella a lo mejor sabe algo de mi.

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