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domingo, 15 de marzo de 2009

SOPHIE. II

Prefiero los peldaños de piedra, de ladrillo, de cemento, da igual. Me encantan las escaleras, por eso me senté en el tercer peldaño y cogí mi libreta de notas con pastas rojas y anoté: “Viajar es la aventura de vivir otra vida”, “El viaje hacia tu corazón, cerrado por vacaciones“. “Me siento más sola que un viajero sin equipaje, gracias a ti”.
En el taller dicen que tengo que arriesgar más en mis escritos, dejar los lugares comunes y adentrarme en la verdadera literatura, que busque la profundidad de la belleza de la palabra. Seguro que tienen razón y me duele, me escuece mi incapacidad.
No está. Tenía reservado mi bautismo para que lo disfrutara. Se lo prometí: “Si decido hacerlo, serás tu el que me lo hagas”. “Quedarás encantada, soy un artista”. Lo sé, es un artista de la palabra dulce. Le llamo el ruso aunque dijo que es de Moldavia. Para el caso es lo mismo. He pensado mucho, tanto, que venia dispuesta a dejarme en sus manos, totalmente. Es guapo y tiene los brazos como mapas.
Mi madre me llama preocupada “¿Dónde estás?” La odio, la odio. “Comprando un libro, qué más da el título. Vale, de acuerdo, tendré cuidado. Tranquila mamá“. Cuando se entere será tarde. Lo entenderá o no, ese es su problema. Mi padre me quiere, por lo tanto, lo aceptará. Mi hermano pasa de mi igual que yo de él. Ahora están en un momento dulce. No se esperaban que aprobara la selectividad en junio y casi con notable de media. Ahora me miman un poco más. Para ellos soy rara, extraña, pero no soy una loca de la vida, al menos eso creo.
Las rastas las empecé hace un año, el día de mi cumple y las cortaré dentro de dos. Así son mis decisiones. Había decidido que me lo haría el ruso, pero... La gente a la que más quieres, la que más necesitas nunca está. Según está mi vida, es probable que no tenga hijos y que no supere los treinta, así que... mi carrera, mi viaje, mi todo, empieza su cuenta atrás. Un día el mar me convertirá en agua verde y seré azul.
Disfruto mirando a los que pasan, viendo a las locas con sus modelitos, y hombres... son mejores los hombres de traje, corbata de seda y zapatos italianos, como mi padre. Me gusta imaginarlos conmigo, mirarles y contener mi mirada en ellos, atraerles a mi viajes irreales y fantásticos. Algún día dejaré que me lo haga uno de esos con los que cruzo las miradas conteniendo los instantes... provocando seducción. Probablemente... me corre prisa.
(mañana más)

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