Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

viernes, 19 de junio de 2009

DEPENDER DEL CIELO

La tarde se puso oscura, muy oscura. Mi padre había ido a regar una alfalfa y había llevado su caballo.
- Mal asunto, esa nube negra trae agua y ruido. - Dijo mi madre.
Las hermanas y yo estábamos en la mesa escuchando una radionovela. Mi madre no paraba de cerrar puertas y ventanas. Comprobó que no quedaran ni las de las cuadras sin cerrar en condiciones.
- Apagar esa radio que no está el horno para bollos. Tu padre está en el campo con el caballo y según es, casi seguro que no viene hasta que no acabe de regar.
En esto, un estruendo espantoso nos dejó a todos temblando y en segundos un relámpago cegador que se metió por toda la casa. Gotas como calderos de agua caían torrenciales y repiqueteaban sobre el tejado de uralita. Mari Carmen, que es la pequeña, se puso a llorar toda asustada.
Mi madre, apagó todas las luces de la casa y encendió una vela. Salimos hasta la galería acristalada y desde allí pude comprobar lo torrencial de la tormenta. Otro trueno terrible, nos hizo temblar y con el miedo en el cuerpo nos recogimos a toda prisa a esperar en la mesa camilla de la cocina.
- Vamos a rezar a Santa Bárbara un Padre Nuestro y tres Aves Marías. Los truenos y los relámpagos se nos metían en los huesos de tanto temor. Mientras rezábamos, mis hermanas y yo mirábamos a nuestra madre. A cada trueno y relámpago ella decía: “Santa “Bárbara bendita que en el cielo estás escrita... líbranos” y nosotros repetíamos la misma oración.
- Tu padre no tiene cabeza. Mira que no venir con la que está cayendo. Pobre caballo.
La tormenta cada vez era mas intensa, duró más de una hora. La vela casi se nos termina.
Poco a poco se fue haciendo la calma y cesaron los truenos y los relámpagos. Clareó un poco y aunque aún llovía algo, la tormenta había cesado.
Más tranquilos, salimos a la puerta de la calle a ver si veíamos regresar a mi padre con su caballo. Una torrentera de agua embarrada de arcilla, bajaba por la ancha calle. Agua embarrada de color rojizo, que casi se nos metía en casa.
- Y tu padre, que no viene.
A la media hora o así, vimos a mi padre que venía caminado, hecho un nazareno, con el pobre caballo de ramal. Los vecinos que estaban asomados a las puertas de sus casas le decían: “Vicente, ¿has pescado peces?” y Vicente, que era mi padre, contestaba: “No, son cangrejos” y todo el mundo se reía, menos mi madre y nosotros.
Cuando llegó a casa y mientras secaba un poco al caballo y le quitaba los aperos decía: “Lo siento más por el pobre caballo que por mi”.
Se tuvo que cambiar de arriba abajo y mientras lo hacía se dirigió a mi: “Mira a ver como te las arreglas para buscar un oficio donde no tengas que depender del cielo”.
Mi madre reñía a mi padre y mis hermanas, que ya estaban contentas, volvieron a escuchar la radio novela. Me quedé pensando muy seriamente:
“¿Qué hay que no dependa del cielo?”.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio