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sábado, 13 de junio de 2009

CUANDO CIERRAS LOS OJOS

Aunque cierres los ojos, ahí siguen
-en espigas tal vez mudados.
José Miguel Ullán.

Nos vimos reflejados, tu, la de siempre,
y yo, en el agua mansa de las regueras,
mientras se hundían nuestras manos
en el barro, mezcla de paja y sudor,
con el que hacíamos adobes para la casa.

Tu y yo fuimos labradores de besos
cuando las cosechas de nueces y avellanas
y cuando los suspiros en aquella esquina
de sombra espesa y cielo escarlata en delirio.
Así era como construíamos cimientos.

Nuestra promesa de amor infinito
nunca la cumplimos porque nunca existió,
pero bien sabemos lo que quisimos decir
cuando enmudecimos en miradas y tacto.
Inventamos estrategias para quedarnos.

Estos imperfectos versos nacen
lacerados y tumefactos como gangrena,
incapaces de descifrar la diezmillonésima
parte del misterio de haberte tenido.
Tus lágrimas enfriaron la sopa de lluvia.

Aunque sea yo el que cierre los ojos
y me convierta en silente victima,
eres tu la que reclamo mientras mis dedos
acarician las palabras que no dijiste.
¿Te enseñé a ser piedra entre tanta piedra?

Aquí me tienes, sentado junto a la acequia,
respirando el aire que despiden las espigas
y los sarmientos, cuya sabia rocía de miel
el racimo que está a punto de nacer.
Siento ebriedad de tu esencia invisible.

Aunque no vuelvas jamás,
sé que cuando cierras los ojos,
ves un filamento de mi y de una encina.
Menos mal.

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