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miércoles, 10 de junio de 2009

ANSIA DE ABEDULES

Una lluvia fina, filtrada de azul,
hidráulica y ciega de luciérnagas,
ha inundado de rocío universal
los bosques de juncos y bambúes.

Se ahogaron las libélulas,
las cigarras y los grillos.
Sólo quedan ranas y topos ateridos
entre las grietas del hojaldre de grama.

La niebla ha teñido de gris el paisaje
y un charco, limpio de corales,
se refleja en el camino de los carros.
Mi bicicleta tiene holgura de eslabones.

El viento leve y tropical
levanta las faldas escocesas
de las colegialas que adolecen de inocencia
y mi bicicleta, tan rota como yo.

Existen minúsculos torrentes de fuego
entre los ríos de juguete
que inventamos los chicos
en los lagos artificiales de tormenta.

Llegaste a sugerirnos puentes
entre la realidad y la fantasía
y te quisimos todos a la vez,
pero te encandiló el engranaje.

Descubriste ángeles prodigiosos
y el milagro se hizo visible.
Conseguiste engrasar la cadena
y el piñón se dejó partícipe.

¡Cómo reías subida conmigo!
Mira para adelante, que nos caemos.
Mira para adelante, que me tiras.
Mira para adelante, que me caigo.

Caímos en la cuenta de que juntos
funciona la bicicleta en tierra y en agua,
que te ríes conmigo del sol que nace.
¿Ves el arco iris reflejado en el charco?

Pues quédate y no me hagas llorar
con éste ansia de abedules,
de ríos cristalinos con peces de plata,
y de besos en la piel y en la lengua.

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