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martes, 30 de junio de 2009

LA PIEL

Es la piel el principio de todo,
de donde se desprende la armonía
que enaltece los sentidos y los sentimientos,
donde nace la sensibilidad y el deseo de tenerle.

Si no hubiera sido por el tacto,
no se habría producido el milagro de amarle como le amo,
semejante a la más excelsa de las sinfonías de ternura y entrega,
que nació inesperadamente, cuando me rozó su brazo.

Si mi piel se junta con la suya abre rendijas,
para que entre luz que ilumine su mensaje deseoso
de que me entregue a usted y me entrego confiada,
feliz porque su piel y la mía se asumen para entenderse.

Unen su comunión de perfecta exactitud y se enaltece
el orgullo de pertenecerle en mis deseos de día y de noche.
Mi piel se eriza y tiembla con el leve roce de la suya
y me abre la posibilidad de pertenecerle entera.

Porque mi piel ama la suya más allá de mi misma,
más allá de mis luchas y contradicciones y cedo siempre
ante la imperiosa necesidad de que toque mi esencia de mujer.
No hay frontera, ni río que nos separe. Venga y entre.

Aunque la luz que nos alumbra, a veces sea opaca,
la piel se encarga de iluminar mi camino hacia usted
para que me posea internamente, hasta desfallecer
y mi alma se anestesie con el nirvana de un grito.

Es la piel el principio de todo:
la piel de los labios que se entreabren para dar paso
a la lengua que se une a la suya y ya no soy nadie.
Indefensa y entregada, para derramarme entera.

La piel de mis dedos que le acarician el pecho y la frente
y se introducen en su boca para que me deje besarla.
Es un deseo puro y transparente como la exaltación
divina de ser su esclava, mi señor y mi gloria.

La piel de mis senos entregados a sus labios
y la sangre arde interiormente y le deja paso.
La piel que no es piel, que es carne viva y que por dentro
es sol que florece y germina pasión desmedida.


La piel que rasga los poros para sentir los estambres
de la suya, que me ahoga la garganta y me inunda.
La piel que se me despierta cuando me despierto,
para pensar todo el día en usted y quererle dentro.

La piel que le suplica que venga esta tarde,
o ahora mismo, (por favor, venga ahora mismo)...
O esta noche. Para que la yema de mis dedos
sean los suyos, que me horaden y me escarben.

Tengo la piel abierta esperándole a usted,
para desearle durante la certeza de que se eriza,
mientras haya un hueco por donde respire aliento de savia.
Mi piel siempre querrá que me quiera usted.

El néctar de mi exquisito fruto está dentro
y requiere que lo envuelva con el ascua de su...
piel.

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