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martes, 23 de junio de 2009

VISIBLES NO

... cuando quise darme cuenta, había quedado completamente solo en aquella inmensa sala de museo. Vamos a cerrar, dijo la vigilante. Vamos a cerrar ¿o es que quieres quedarte aquí toda la noche? Ojalá pudiera, pensé. En la calle, el olor a calle me resultó repulsivo. Mañana volveré a primera hora, como en un museo no se está en ningún sitio, pero no volví. En la noche se diluyó el deseo de volver a ver aquel cuadro por la propia imposibilidad de que pudiera ser mío ¿Qué cuadro era? Una señorita, semidesnuda, preciosa, que miraba un anillo de oro ¿Tanto te gustaba? Mucho, me gustaba mucho ¿Por qué me cuentas eso? No sé, me acordé de repente, supongo que ha sido porque ahí, enfrente, está el museo de El Prado y es una obsesión recurrente el deseo de quedarme encerrado una noche y la mejor sería una como esta, la más larga del año. A mi me daría mucho miedo. Y a mi, pero me gustaría. Ha estado bien la cena ¿verdad? Ya lo creo, se han portado con nosotros. A mi me ha gustado todo, pero lo que más el vino, que me he puesto un poco pedo. Y yo, menos mal que pasé a la cocacola ¿Te he enseñado el tatuaje? ¿Qué tatuaje? Mira, éste. Es precioso, como tu. ¿Te gusta de verdad? Claro que me gusta. Pues aún no lo ha visto mi madre. Cuando lo vea, me mata ¿Por qué dicen que esta noche es mágica? Esta noche es como todas. La magia la pones tu ¿Tienes más? ¿Más qué? ¿Tatuajes? Visibles no. La verdad es que invisibles tampoco, es el primero que me hago ¿Eres muy tímido verdad? Lo normal ¿Por qué lo dices? No se, me salió así ¿Te parezco una cría? Eres menor, en todo caso. De eso nada, ya cumplí los dieciocho y todos me dicen que aparento más madurez que las de mi edad ¿Seguro que tienes dieciocho? Claro que seguro, mi madre me dejó salir a la cena porque ya soy mayor de edad, que si no... o vengo con ella o no vengo, pero ya puedo salir sola y volver a casa cuando quiera. No puede decirme nada. Fumas mucho, llevas cuatro en una hora ¿Llevamos una hora sentados en este banco? Más o menos ¿Cómo haces para que se me pase el tiempo volando? Nada, ya ves, nada, hablar, la serenidad, el cielo de Madrid, las estrellas, el museo en frente, las ramas de los árboles, la sombra de los setos, esta casi oscuridad, el aire fresco con olor a jardín regado, tus ojos tan negros y brillantes, tu sonrisa, yo qué se y como broche de oro, el propio milagro de que estés aquí, ya casi las dos, conmigo. No es un milagro, sabes que me gustan tus historias ¿Me cuentas otra? Había una vez una chica muy guapa, pero muy guapa, que... ¡Esa era yo! Calla y escucha: de tan guapa que era, parecía un cuadro de un museo que vi una vez cuando estaba en Valladolid haciendo la mili. Me quería quedar encerrado con ella pero... ¿Pero qué? Pero... era tan niña... que daba miedo hacerla daño si la tocaba... Puedes tocarme si quieres. Calla... así que se levantó y ... vamos que se nos hace tarde. Sigue con la historia, no haber empezado. Y... vino un poco de viento que levantó el vuelo de su vestido... se convirtió en mariposa, mientras me miraba fijamente con sus ojos negros y brillantes y voló. Tanto, pero tanto que jamás volví a verla. Sólo quedaron los rastros de unos versos dispuestos para ser comidos o bebidos, como se beben los besos... Es preciosa y triste, Abel ¿Cómo termina? Ya lo dije: convertida en mariposa, voló y voló para no volver a verte jamás.

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