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martes, 10 de julio de 2007

LA SEDUCTORA

Mi vecino Pepeluis era un niño señorito al que, como hijo de médico de pueblo, no le faltaba de nada. Un día de Verano, dijo que si le dejaba montar en el caballo, que mi padre tenía para las labores del campo, podía jugar con su balón de reglamento. Le dejé cabalgar durante un buen rato. Días después vino patinando a la era, donde trillaba con una pareja de vacas, diciéndome que si le enseñaba a trillar me dejaba patinar. Se sentó en la banca del trillo y le enseñé a trillar.

En vacaciones de Navidad pasó por casa para jugar con sus maravillosos juguetes. De repente sacó del bolsillo una armónica. Me advirtió de que la mirara un poquito pero que no la chupara para que no se llenara de saliva. Me dio pena porque, como era Invierno, no tenía nada que le pudiera gustar. Le pedí que me la dejara ver en la mano y que para el próximo verano podría trillar y montar en el caballo todo el tiempo que quisiera. Tan solo pude ver que era muy bonita y de la marca “Seductora”. Cuando Pepeluis la hacía sonar, su música parecía de acordeón pequeño ¡Fascinación de niño humilde de pueblo!

Mi madre nos avisó de que había que escribir a los Reyes Magos. Les pedí una armónica “Seductora”. El día de Reyes me acerqué a la ventana, donde había dejado los zapatos, para ver que me habían traído. Una naranja, dos higos secos y.... una chifla de plástico, roja por un lado y blanca por otro, de ocho o nueve agujeros, similar a las de los afiladores que venían de Galicia ¡Tristeza de niño para toda la vida!

Dijo mi madre que los Reyes no entendían de armónicas Seductoras ni de nada de eso.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Me fascina leerte, gracias por dejarnos tan hermosas historias, siempre es un placer entrar a tu bloc y poder deleitarnos con tu escritura.
Feliz día.
Luna del Alba

10 de julio de 2007, 3:35  

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