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domingo, 20 de enero de 2008

HAIKU PARA EL 20 DE ENERO

“Flores hermosas
que esconden un silencio
iluminando ecos”.

Cada tarde, al salir de clase, entraba en la biblioteca, me sentaba en una mesa, siempre la misma, no muy lejos del piano, ni tampoco de la señorita bibliotecaria. Mientras hacía los deberes o leía libros, cada poco me quedaba mirando y mirando a la encargada de la biblioteca, que debía ser cuatro o cinco años mayor que yo. Vestía muy moderna y como hago siempre, inevitablemente, observaba cada detalle. Su pelo largo y negro, sus ojos grandes y melosos como de gacela, su sonrisa inmensa y blanca como la nieve. Era preciosa. Pero... tenía que arreglármelas para tocar el piano. Mientras investigaba los libros de las vitrinas, que forraban las cuatro grandes paredes del entorno, me iba acercando, con disimulo, hasta llegar al piano. Como que no quiere la cosa, con un libro en la mano, haciendo que leía, me apoyé sobre él y con una mano traté de levantar la tapa del teclado del instrumento. Estaba cerrado con llave. Volví hasta mi mesa cuando se acercó la bibliotecaria. Al oído me dijo que pasara por su mesa que tenía que rellenar la ficha de socio de la Biblioteca. Necesito una foto, me la traes un día de estos. Así que te llamas como mi abuelo, qué casualidad. Tenía una letra muy bonita y parece ser que siempre escribía con pluma estilográfica ¿Me la dejas ver? Si hombre. Es muy bonita. Es una Mont Blac, me la regalaron por mi cumpleaños y por aprobar la carrera. Soy maestra y me faltan las oposiciones para ejercer. Espero aprobarlas este año. Es preciosa y mirándola a los ojos dije: preciosa como tu. Gracias, tan pequeño y tan galante. No soy tan pequeño, voy a cumplir diecisiete. Recoge tus cosas que tenemos que cerrar ¿Mañana vendrás? Claro que si. Vendré siempre. Mira, estas revistas han llegado hoy, mañana las miras si quieres. Eran ejemplares de Life, Time, Newsweek, Paris Mach y otras desconocidas para mi. La llave la tengo yo ¿Qué llave? La del piano, no creas que no me di cuenta. Estás deseando tocar. Sonriendo contesté... quiero tocar, ¿me vas a dejar? Si te portas bien, mañana o pasado, te dejo tocar, pero solo un poco, que luego siempre querrás mas y mas. Pero si siempre me porto bien. Me pones nerviosa con tus miradas. Me fui para casa pensando y pensando y no dejé de hacerlo incluso por la noche. Algo extraño me arañaba por dentro. Que pena que sea tan mayor, me decía. Eran tiempos en los que se acumulaban los descubrimientos y las fascinaciones. No me quedaba más remedio que padecer de insomnio para poder asimilar cada sensación nueva del día. Por las noches aparecían todas las cosas. Lo bien que fumaba la profesora de Lengua y Literatura. Sus labios aspirando el cigarrillo de Chesterfield sin filtro. Sus ojos entornados cuando el humo le hería. La bibliotecaria, su melena, su escote, sus manos tan blancas cogiendo la pluma tan negra. El piano de caoba en su rincón, solitario como yo, las revistas en inglés, francés, italiano, alemán... las dos o tres películas que veía cada semana. El grupo musical que tocaría este domingo... ¿Traerán un Hammond o un Farfisa? ¿Se llegarán a separar Los Brincos? ¿Habrán traído los del bar el nuevo disco de Los Rolling? Que maravilla... Y descubrí que todo era hermoso, porque tenía miles de cosas en qué pensar ¿Me dejaría tocarla? Era inevitable soñar despierto en el amor a todas las cosas, incluso a esta soledad de siempre.

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