HAIKU PARA UN 7 DE ENERO
“Sobre las ramas
secas del roble viejo
cuervos se posan”.
Acepta este silencio de palabras vacías de letras y contenido, como parte substancial de la garganta dormida, o muerta, que me habita. Son cosas que pasan sin que nadie, y yo menos que nadie, pueda explicar claramente. Habría que saber cómo despertar al jabalí dormido que en otros tiempos, desataba la jauría interna, que se desbocaba y arrasaba con lo más intransitable de mi locura y frenesí. Habría que saber cómo resucitar los estambres que removían los crisoles donde se fundían las chatarras y los estaños de tanto sentimiento contradictorio y tanta lucha inútil, pero que producía un determinado material resistente y pétreo como los refractarios ladrillos que rodean las costuras de mis desgarros. Los días pasan como cerezas enganchadas, unas a otras, y la única novedad sobresaliente que toca vivir, con demasiada frecuencia, es la lastimosa certeza de que se nos van todos, incluso los recuerdos de tanto abrazo y tanto beso inconcluso.
Cerraré los ojos y pensaré en que pronto las bestias se desperezarán victoriosas y saldrán de sus letargos y pútridas madrigueras para pellizcar el resorte de la navaja con la que restaurar el respiro que me despierte de la noche, silencio de sombras.
No obstante, da tiempo.
secas del roble viejo
cuervos se posan”.
Acepta este silencio de palabras vacías de letras y contenido, como parte substancial de la garganta dormida, o muerta, que me habita. Son cosas que pasan sin que nadie, y yo menos que nadie, pueda explicar claramente. Habría que saber cómo despertar al jabalí dormido que en otros tiempos, desataba la jauría interna, que se desbocaba y arrasaba con lo más intransitable de mi locura y frenesí. Habría que saber cómo resucitar los estambres que removían los crisoles donde se fundían las chatarras y los estaños de tanto sentimiento contradictorio y tanta lucha inútil, pero que producía un determinado material resistente y pétreo como los refractarios ladrillos que rodean las costuras de mis desgarros. Los días pasan como cerezas enganchadas, unas a otras, y la única novedad sobresaliente que toca vivir, con demasiada frecuencia, es la lastimosa certeza de que se nos van todos, incluso los recuerdos de tanto abrazo y tanto beso inconcluso.
Cerraré los ojos y pensaré en que pronto las bestias se desperezarán victoriosas y saldrán de sus letargos y pútridas madrigueras para pellizcar el resorte de la navaja con la que restaurar el respiro que me despierte de la noche, silencio de sombras.
No obstante, da tiempo.
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