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lunes, 24 de diciembre de 2007

HAIKU DE NOCHE BUENA

La mejor noche
es la que tiene luna.
¡Mil Navidades!”.

Buenos días, caballo mío ¿Cómo has pasado la noche? Prepárate que hoy vamos hasta el río ¿Qué te pasa que llevas unas noches que no terminas la cena? Como no comas en condiciones te quedarás en los huesos. Esta noche te pondré centeno, muelas, harina de cebada y un poco de paja, todo bien envuelto, ya verás que rico está. Es tu cena especial de la Noche Buena. Sal a beber agua mientras cojo el fardel con el almuerzo. Hoy llevo la fiambrera con bacalao al ajo arriero y un cacho de chorizo, con buen vino, que me va a saber a gloria.. Lo como junto al río y tu te quedas a la brigada de los chopos. Hoy tengo que pensar mucho antes de regresar y contemplar el agua que fluye mansa por el río, siempre me ha dado buen resultado. Mi caballo no tiene nombre, no es un caballo para presumir de gesto altivo, ni como un señorito chulo. Es un equino del montón, que sólo sirve para trabajar y para llevarme y traerme de los sitios del campo. Me hace compañía y no necesita más nombre que lo que es: caballo. Arre caballo, que hace un brís que corta el cutis. No sé por qué razón me miraba tan intensamente. Sus ojos se clavaban en los míos con una mirada tierna, embelesada, fascinante y turbadora, que de una manera u otra, era un acto de amor. No la volveré a ver jamás, pero yo sé lo que quería decir su mirada y ella supo lo que quería decir la mía. Ya ves que cosa más sencilla y hueca, sin embargo, es tan necesaria una mirada así. Aquella mirada suya bastó para alegrarme la noche de mil días. No sé a qué viene que me haya acordado de aquella mirada y aquella chica tan guapa y escesivamente joven. Estas cosas no tienen explicación lógica. El río baja crecido y ha cubierto los guijarros donde tomaba el sol en el verano. Ese tronco que flota va bien encaminado, si hay suerte y no tropieza con alguna rama, pronto llegará al Duero y de allí al mar. Parece que va a salir el sol. Los tiempos han cambiado y nada es como antes. Por estas fechas, no hace mucho, teníamos Navidades blancas y hacíamos muñecos de nieve y patinábamos en las cuestas de las bodegas. Ahora todo es distinto. Me tiemblan las manos y no es por el frío. Brillan los ojos y apenas si distingo el canto de los pájaros. Esta noche pondré mas lumbre que nunca y beberé soledad y cantaré un blues o aquello de “bésame mucho...” o lo otro de... “qué lejos estás de mi” Es muy posible que ni tan siquiera pruebe el cordero. Se lo dije al pastor: “no me lo des, total, ¿para qué?” Bueno, caballo mío. Vamos para casa que por hoy ya tengo bastante. Eso si, vamos a sonreír y a tocar la armónica y a lo mejor hasta la pandereta y “que beban y vuelvan a beber”. Arre, caballo mío que me pican los sabañones de la vida. Hay que decir que pasen feliz Noche Buena y Feliz Navidad. Que coman mucho y que beban lo que resistan, que rían y bailen y que sean muy felices. Que nunca se sabe lo que nos espera. Besos. Arre, caballo mío. Mañana te arreglaré la crin, la cola y te limpiaré las manchas de barro. Tu y yo nunca nos aburriremos ¿Vale? Pues eso.

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