Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

sábado, 12 de julio de 2008

LA SEÑORITA DE LA PEQUINESA. II

Hay días concentrados como comprimidos de sacarina y noches que se alargan como sombras de estatuas, otros es de al revés. Pensar en la señorita de la pequinesa era un buen entretenimiento. La vida puede cambiar en un solo instante y durante toda la noche, y el día, pensaba en lo sorprendente de la proposición de una chica a la que le doblo, sobradamente, la edad. Mientras cenaba, la perra me miraba interrogante, sin quitarme ojo, movía su rabo y la notaba nerviosa. Debía pasarle lo que a mi. Estaba deseando bajar al parque para encontrarse con su amiga pequinesa. Bajamos casi a la misma hora que ayer y, sin demora, nos acercamos hasta el parquecito. La perra nada más salir a la calle, frente al portal dejó su amarillo reguero de pis, creo yo que para marcar el territorio, o, tal vez, para dejar la señal, a su amiga pequinesa, de dónde vive.
En el parque ya estaban los habituales. La perra y yo sondeamos, con una ojeada, nuestro alrededor y comprobamos que nuestras amigas no han venido. Será cosa de esperar.
No me gusta dejar suelta a la perra, así que tirando de la correa hice el gesto de regresar a casa, pero ella no quería, me miraba con esa mirada suplicante, tan humana, llena de ternura, que a veces se les pone, como queriendo decir: “por favor tío, espera un poco”.
Encendí un cigarrillo y me acerqué al grupo de jóvenes que, casi en corro, se pasaban el cigarro de la risa, de unos a otros. Allí no estaba.
Cuando hicimos el gesto de regresar, vimos venir a la señorita con su pequinesa. Las dos perritas se pusieron muy contentas y hacían como si se besaran. La joven me besó en la mejilla.
- ¿Cómo estás, cielo?
- Aquí estamos. Mi perra no quería ir para casa hasta que no viera a la tuya.
- Se nota que se gustan. Deben ser lesbianas.
Llevaba el mismo pelo largo y revuelto, el típico peinado despeinado, sus ojos negros como el carbón, dulces y brillantes como destellos de soldadura autógena. Su camiseta blanca, de Mango y los mismos pantalones y sandalias que ayer. Un pañuelo de seda, blanco con lunares azules, anudado al cuello, delgada y algo más alta que yo.
Sentados en un banco, con nuestras respectivas correas de las perras alargadas, me lo contó todo, o casi, supongo, mientras se hacía su peta y lo fumaba.
- Me pasé. Se quitó el pañuelo y dijo: “Fíjate lo que me hice, soy gilipollas”. Si hubieras venido esto no hubiera pasado.
- ¿Por qué?
- Fácil, hubiéramos follado y así no me habría hecho esta barbaridad.
- ¿De qué son esas marcas en el cuello?. Parecen mordiscos de Drácula.
- Te cuento. Hace seis meses me dejó mi novio y casi caigo en una depresión. Hasta que un día me dije: “Se acabó, a partir de ahora ni novios ni ostias”. Total, que me metí en un chat y conocí a un tío montón de años mayor que yo. Me tiene obsesionada. Se me ocurrió decirle que haría lo que me pidiera, y claro, ahora me encuentro conque me pide que haga los “deberes” que me ordena. Ayer me mandó el “deber” de ponerme dos gotas de cera de glicerina quemando, en la yugular. No queda ahí la cosa. Quiere que me dilate el coño y los pezones. Los pezones los tengo superlargos, estirados y sensibles por ponerme pinzas y tirar de ellas con una cadena que me ato a los labios mayores de la vulva donde tengo un piercing anilla en cada labio. Es un artilugio que me compré en Chueca, y sirve para hacer estiramientos de pezones y labios de la vagina. Total, estoy hecha una pena. Encima, anoche, dos porros y la botella de ron, eso si, me corrí varias veces, pero... ¿de qué me sirve si lo hago sola, siempre sola?
- Debes cortar con eso.
- Claro, decirlo es fácil. Estoy enganchada. Voy a cumplir diecinueve años, acabo de terminar la selectividad, puedo hacer periodismo, medicina o lo que me salga del coño, tengo un 8,96 de nota media, sin embargo... soy una desgraciada con ganas de morirme o de mandar todo a la mierda y largarme a tomar por el culo. Estoy desesperada.
- Si tu ojo derecho te ofende... arráncatelo.
- Nos ha jodido ¿Me arranco al que yo, por juego, llamo mi Amo y serías tu mi amante?
- ¿Se lo preguntamos a las perras?
- Las perras seguro que quieren liarse, les va la marcha, no paran de lamerse el chocho.
Al cabo de dos meses regresaron los amigos de Nueva York en busca de su perra. La muy traidora, en el momento que vio a sus verdaderos amos ya no me hacía ni caso, ni se despidió de mi. La señorita de la pequinesa ha desaparecido, como desaparece todo.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio