Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

sábado, 12 de julio de 2008

LA SEÑORITA DE LA PEQUINESA.

No me gustan los perros, ni los gatos, ni las mascotas en general, casi prisioneros en las pisos de las ciudades. En las casas de campo es otra cosa, tienen espacio para moverse con cierta libertad. Por motivos que no vienen al caso, me encontré al cuidado de la pequinesa de unos amigos que se fueron a pasar una temporada larga en Nueva York. Un compromiso ineludible, vaya.
Me encargué, con responsabilidad, del cuidado y mantenimiento de la perrita. Cada mañana me levantaba un poco antes, para que me diera tiempo a pasearla hasta que hacía sus dos necesidades. Por la noche, solía salir después de haber cenado, por lo tanto ya no había tanta prisa para volver a casa, y al menos durante media hora, tomaba el aire con mi perrita prestada.
Como la perra es muy bonita y cariñosa, no le faltan “pretendientes” que la olisquean y alguno hasta amaga con sobrepasarse. Así que venga a tirar de la correa.
Hace tres días me acerqué, sobre las nueve y media de la noche, hasta el parquecito situado cerca de donde vivo. Allí varias personas, con sus perros, dan vueltas o se sientan en los bancos a dar tiempo a que sus animales se solacen y que, de paso, hagan lo que tengan que hacer. Una muchacha joven, se acercó a pedirme papel de liar. Al principio no entendí bien. Quería hacerse un porro y no tenía papel. Su perrita es una pequinesa cruzada que, enseguida, se hizo amiga de la mía. Me pidió que le sujetara la correa de la suya, mientras se acercaba a un grupo de jóvenes que más arriba, estaban fumando sus porros, según trascendía en el aire.
- Ya que me toca bajar a la perra, por lo menos que me de tiempo a fumar un poco.
Vestía una camiseta amplia con grandes letras en la parte delantera, unos pantalones vaqueros destrozados los bajos de tanto pisarlos y unas sandalias de piel. Con sus papeles en el mano, sacó un trozo de hachís que tenía escondido en el sujetador. Con mucha habilidad, se notaba que tenía práctica, calentó su trozo, hizo la mezcla con el tabaco y al poco ya lo tenía encendido. Hizo el gesto de pasármelo...
- No gracias, no uso de eso. Prefiero mi Pall Mall azul.
- Joder tío, me he pasado ¡Qué fuerte! Sus caladas eran intensas y tardaba en soltar el humo.
- Tu perrita y la mía se llevan da butem. No te vayas a pensar que soy una drogata, solo fumo uno al día, y a temporadas, que he llegado a dejarlo hasta meses. Ahora es distinto, estoy de vacaciones y quiero aprovechar para ponerme hasta el culo. Mis padres están en la sierra. Así que esta noche haré mi propia fiesta ¿te vienes?
- No puedo, estoy casado, ya sabes.
- A mi no me importa. Dejas la perra y pones un pretexto, tengo una botella de ron sin empezar, podrías echarme una mano hasta que la terminemos.
- ¿Te emborrachas?
- Hago un poco de todo, si vienes no te arrepentirás. Joder tío, este peta me está poniendo a cien ¿Vamos?
- Me lo cuentas, si te parece.
- Es que es un secreto.
- Me gustaría conocerlo.
Para entonces ya había terminado su porro y dijo donde vive para, que si me decido, acuda a su casa, que me espera, que le fastidia hacerlo sola.
- No voy a ir, al menos hoy.
- Está bien, mañana te cuento.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio