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martes, 7 de abril de 2009

SOPHIE

VII
El coche de Sawa penetró en el parking “Tengo la suerte de tener plaza de garaje y desde aquí subir hasta casa”. El garaje, poco iluminado, siniestro, me sube la adrenalina de tal forma que consigue sentirme excitada sexual y emocionalmente.

Subiendo en el ascensor compruebo que Sawa es algo más alta que yo y que su pelo es liso, ondulado y ligeramente sobrepasa sus hombros, se nota que es clienta habitual de peluquería.

“¿Estás nerviosa, cielo?” Un poco, me siento como si al entrar en tu casa, contigo, entrara en una nueva dimensión a lo desconocido, al más allá. “Puedes estar tranquila, nadie te hará daño”. Mujer eso espero, no tengo miedo al dolor físico. Me dolerían más otras cosas. “¿Qué cosas?”. Los sentimientos, la traición, la mentira, la falsedad, cosas así. “Comprendo. ¿Tienes hambre?” Un poco, si quieres bajamos a un Vips, pero, la verdad, solo tengo dinero para el tatuaje. “Tranquila, picaremos algo después de la ducha“.

La casa de Sawa es grande, muy similar a la casa de mis padres, a tan solo cinco minutos de distancia. Amplios salones y cuatro habitaciones. Cocina grande y dos baños también amplios. Es un noveno piso y desde allí se pueden ver los tejados y el cielo de gran parte de Madrid.

Sawa se mete en el baño, oigo el sonido de su pis y el agua de la ducha. Ha dejado la puerta entreabierta y me llama. “Si quieres, entra conmigo”. No quiero que se me moje el pelo, las rastas tardan mucho en secar y no tendremos tiempo, aparte que me da vergüenza. “Te vendrá bien relajarte”. Entro con ella. El cuerpo de Sawa brilla más con el agua y la espuma del jabón que le doy por todo el cuerpo se asemeja a una montaña negra nevada a trozos. “Déjate llevar y bésame, si lo deseas”. No podía. “Concéntrate y deja que fluya”. Me enjabonaba, también y me sentía confiada y feliz de tener tan cerca a una diosa de ébano conmigo. Nunca lo había imaginado. “No soy lesbiana, Sophie”. Yo tampoco, Sawa. Te confesaré algo: soy virgen. “¿Hasta cuando?” No lo sé, tal vez hasta esta noche. “Te ayudaré a hacerte mujer, si lo deseas”.

Mi única y verdadera búsqueda es la belleza. Con Sawa no había que buscar, ella es La Belleza. Me detuve a contemplarla totalmente desnuda en la cama... Sube encima, Sophie. Subí para quedarme casi dormida abrazada y sintiendo su piel fundida con la mía. Sus dedos se metieron entre mis piernas y buscaron la rajita de mi coño “¿Te rompo?” Ahora no, más tarde. Y nos besamos en la boca, suave, despacito. Sintiendo inmenso placer. Dios mío ¿quién me mandaría a mi desear con toda mi alma tener un tatuaje? Vi las estrellas en los ojos de Sawa y me estremecí... me vino.

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