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martes, 27 de enero de 2009

LIBRO DE SOMBRAS

LIBRO DE SOMBRAS
"Digas la palabra que digas,
agradeces el deterioro."
PAUL CELAN

Más allá del túnel
existe un lugar de luna acuática y delfines...
Si te quedas quieta,
como cuando niña en la románica iglesia
ensimismada ante la sangre del cristo crucificado,
podrás descifrar la caligrafía de las piedras
y los ecos de los buriles de los ofebres en los cálices,
los martillazos de los canteros en las bóvedas,
y los lamentos gregorianos de los inquisidores.

El corcél magenta que surca veloz
el territorio de los sueños,
me dejó abandonado junto a la grieta de las tinieblas
y tuve que ser ave fénix para no despeñárme
en el barranco donde se suicidan las mulas.
Necesité abrazárme a las argollas de los ajusticíados
y hacer píe sobre el brocal del pozo
que me absorvía con la fuerza de los imanes.
En éste trance y en todos, venías al corazón.

Siempre ha sido así,
desde la página primera que escribimos juntos,
-inocentes, absortos, inexpertos,
inseparables, ciegos el uno del otro-
un septiembre del sesenta y nueve,
y la última, aún blanca y pura como el alba aquella.
Libro de sombras, cuyas hojas baílan entre si
para eludir la negrura absoluta y procurarse
alguna alegría que deshile tanta penumbra.

Mi vida ha sido un torrente, un Niágara
de palabras y de la tuya, hojas de unos días,
huracán de sílabas impregnadas en mi pecho.
Páginas negras, algunas mucho más negras
que han parido otras con nítidos parpadeos
de sombras algo menos oscuras y livíanas.
Aquellos días de aparición y descubrimientos,
son memoria petrificada, pero no bastan.
Se necesita la frescura de lo reciente.

He tenido que reinventárte con adivinaciones,
con la materia que derrama la estructura del amor.
Cada día esculpía tu corporeídad perfecta,
y eras la mezcla de todas, la más hermosa,
porque renacías cada vez que cerraba los ojos.
Desnuda, entregada, escultura griega,
como aquellos estivales días de un lejano septiembre.
Te quise como a la sangre de mi sangre
y te dejé sitio en mi lecho, noche a noche.

Y ahora..., ahora se acerca el túnel más oscuro,
el lugar de luna acuática y delfines...
Por mis roquedales se tambalea la claridad lúgubre
que desespera mi carne encarnecida y putrefácta.
Nadie garantiza la certeza del futuro,
yo menos que nadie... pero el libro está escrito,
sombra a sombra, con encendidos labios que pronuncian
tu nombre y que te esperan hasta el desfallecimiento.
El deterioro me acerca a la espuma y a la ceniza...

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