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sábado, 24 de enero de 2009

LA SEÑORA CARVER (XV)

XV.- Las manzanas.
Si me pongo a pensar friamente, es decir, sin pensar mucho, me doy cuenta de que la vida es, o puede llegar a ser, una gran caja de sorpresas ¿quién me iba a decir ayer mismo, cuando venía en el tren con la señorita que no tenía nombre, que veinticuatro horas después tendría solucionado mi alojamiento y que iba a conocer a una mujer tan importante en mi vida, ya irremediablemente, como la señora Carver y que la iba a tener subida encima de mi, o debajo, casi cada segundo? por no hablar de la inesperada experiencia de ayudar en el parto de una vaca.
Por eso, una vez más, se confirma la reiterada teoría de los cambios permanentes. Así debe ser para no caer en la monotonía, en el tedio, en la desesperación que supone la depresión psicologica, la tristeza permanente.
Podría resumir todo en la frase ya acuñada dentro de mi corazón: "La vida, para que sea vida, ha de estar expuesta a los descubrimientos". Descubrir cada día lo nuevo que existe y uno desconoce.
En estas cosas y en otras indescriptibles, por lo fantásticas, góticas, supraterrenales y terroríficas, pensaba, cuando la señora Carver se incorporó y puso sus cabellos enredados sobre mi cara, me dió un beso en los labios y me dijo que era la hora de la vaca nueva.
- ¿En qué pensabas, James?
- En usted, señora Carver.
- ¿Y qué pensabas?
- Que es mejor no pensar, lo mejor es seguir la corriente al fluir de los instantes.
- ¿No te gusto? ¿Te parezco vieja?
- No es eso, no es eso.- Me levanté de la cama y me vestí, mientras ella miraba un poco triste. Se levantó y pude ver cómo se iba poniendo unas bragas limpias, la camisa, los calcetines de lana fina y negra, los pantalones... Nos lavamos las manos y la cara, hicimos pis y casi serios, nos dimos la mano y juntos salimos de la casa con la intención de no volver hasta después del parto de la vaca nueva.
La noche oscura y fresca se había adueñado del cielo y de la tierra. El viento regalaba una brisa fresca y saludable. Nos detuvimos un minuto a contemplar el paisaje visible, iluminado por la luna que entre las nubes parecía jugar al escondite, o ¿eran las nubes que viajaban lentamente e impedian que se viera la luna en su esplendor? La señora Carver me abrazó por la cintura y apoyó su cabeza sobre mi hombro, se giró y me miró a los ojos con su cara tan hermosa y aquella mirada azul marino brillando como millones de estrellas... "James, amor, no pienses tanto y bésame, no me lo pongas dificil, por favor", se levantó un poco sobre la puntera de sus botas y cogiéndome del cuello me comió la boca con un beso apasionado, como siempre eran los suyos. Cuando tuvo que recuperar el aliento, se despegó de mi y con los ojos encendidos cerca de los míos, dijo que ahora mismo le estába resbalando algo por las piernas. Antes de entrar en el establo dimos otra mirada al cielo y a la luna y la señora Carver cogió mi mano y se la puso apretada contra su pecho.
- James, mi corazón late como caballo desbocado. Está claro, te quiero, aunque tu no me quieras a mi.
- No diga esas cosas, señora Carver. Vamos a ver si tiene fiebre la vaca nueva.
En el establo la luz eléctrica es buena, aunque un poco escasa por lo que, con un alargador, pusimos un foco supletorio para poder tener a la vaca mejor controlada. Rumiaba plácidamente y su vagina estaba abultada y casi abierta. No tiene fiebre y todo parece ir normal. Por los síntomas, más o menos, en una hora parirá.
Aprovechamos para dar alfalfa a las otras dos vacas y a la yegüa. La señora Carver dijo que a las seis y media tenía que levantarse para ordeñar y que a las siete y cuarto en punto, llega el camión a recoger la leche. Cuando hubo terminado de hacer lo imprescindible, la señora Carver, cogida de mi mano, me acercó hasta un rincón del establo, que yo no conocía, para nostrárme un tendal, sobre unas tablas, repleto de manzanas amarillas y rojas, peras de invierno, nueces, cebollas y ajos. Me regaló una manzana muy madura, grande como un puño, sabrosa y dulce. Comimos con apetito, sentados sobre unos sacos de cebada, vigilando a la vaca nueva.
- Está mejor la mía - dije.
- ¿A ver?- y mordió la que yo estaba comiendo - Está mejor la mía, no vayas a comparar.
- ¿A ver?- y comí de la suya mucho más mordisco - prefiero la suya señora Carver. Cambiamos las manzanas y antes de terminárlas ya estábamos líados, besándonos y comiendo a la vez, ella de mi boca y yo de la suya. La señora Carver antes de terminar la manzana, se subió y a horcajadas se frotaba el pubis contra una de mis piernas, se levantó el jersey y me ofreció los pechos inflamados de deseo. No pude por menos que comérselos y comérselos, hasta que se apretó a mi cuello "dios, James, dios, sigue así, muerde, muerde" y frotándose màs y más llegó por enemésima vez.
Pobre de mi, pensé para mis adentros, esta mujer me mata. Menos mal que la vaca empezó a inquietárse y ella se bajó, se colocó los pechos dentro de la blusa y se colocó el jersey. "Tenemos que atender a la pobre vaca, estamos locos".
Durante un segundo pensé que era ella la que tenía ideas asesinas, que me quiere matar a base de joder. Debo ponerme en guardia, por si acaso y empezar el ataque, que se entere de una vez con quién se la está jugando.

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