Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

jueves, 19 de marzo de 2009

SOPHIE

Mi universo se divide, se distribuye por cientos de meandros como una catarata o como agua a través de un colador. Cada filamento de mi me inclina hacía lugares distintos. Me cuesta dominar mis fuerzas contrapuestas. Estoy dolida por la faena de la tienda del ruso cerrada y después de los minutos de reflexión y dos fortunitas, sentada en la escalinata, a la sombra ardiente, decido deambular por una de las calles más de moda con respecto a mi propósito para aquella tarde de fuego.
En un escaparate una chica de color, de belleza extraordinaria, viste a una maniquí que se me parece porque tiene los mismos pechos pequeños que yo. Me encantan las maniquies desnudas, son perfectas esculturas humanas. Así soy ahora que tengo dieciocho, cuando tenga cuarenta y seis, como madre, seré un saco de patatas.
Entré en la gran tienda por el aire acondicionado y por la dependienta de color. En su brazo, entre el codo y la mano, interior, llevaba tatuada la palabra “Sawa” con el mismo tipo de letra que había pensado para mi.
Deambulé buscando camisetas y encontré una de color rojo, de tejido abierto y mucho escote. Me la compré por 7 euros. Es posible que solo la ponga para estar en casa, es perfecta para mi y mi misma.
Pregunto a la dependienta de color que quiere decir “Sawa”. “Es mi nombre en senegalés que significa Seda, aquí me hago llamar Tina. Me lo grabó un amigo nigeriano, ahora me va a hacer otro. No, eso es un secreto, si vuelves dentro de quince días te lo enseño ya tatuado. No hace nada de daño, bueno solo como un cosquilleo que escuece. Si quieres llamo a mi amigo y quedamos en su casa. No tengas miedo, no te va a violar y lo hace con mucha higiene. Si decides le llamo. Ok, vuelve si quieres. Cierro a las ocho y media. Podemos quedar y te lo hace delante de mi, para que estés tranquila”. Sawa es tan hermosa como diosa de ébano, tanto que entran escalofríos. En otra tienda de precios baratos una dependienta, argentina por el acento, alemana por el aspecto, me vende una pulsera de bolitas negras, dice que africanas a un euro y al lado, otra chica compra unas esposas, o sea unos grilletes, diecinueve euros ¿Para qué quiere las esposas una chica así, tal vez sólo diecisiete años? ¿Vos no tenés imaginación? responde la dependienta. Se venden como rosquillas. Un chaval pide cigarrillos perfumados, sabor sándalo, tres con cincuenta. Suena sin parar Amy. Me acerco al probador con unos pantalones cortos. No entro. Se están morreando dos chicas. Quiero volver a casa, pero no.
Me gustaría estar en una isla desierta como una robinsona, sin embargo, me encantaría dejarme devorar por la vorágine de la calle hirviendo. Algo me arde por dentro... ambición por lo desconocido y no tengo miedo. Soy exploradora con ojos encendidos como hornos vitrocerámicos.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio