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jueves, 3 de mayo de 2007

LAS PRINCESAS DEL VIOLÍN

Buscar la belleza nos hace más libres y por lo tanto más felices. Una de las músicas con más carga emotiva y prodigiosa es la del violín. Su sonido e intérpretes han atraído al mundo entero. Si además se trata de una atractiva y joven mujer, el magnetismo de seducción actúa con doble, o triple, fuerza. En el ambiente de la música clásica la belleza de las muy jóvenes ejecutantes se difunde como si se tratara de estrellas de música pop. Es una forma de conquistar a un público a una afición musical que se rinde ante su arte en las salas de conciertos y compra sus discos, donde Mozart o Vivaldi vienen presentados por impactantes y sensuales imágenes en sus portadas. Los nombres consagrados de la coreana Kyung-Wa Chung (1948), la rusa Viktoria Mullova (1959) o la alemana Ann Sophie Mutter (1963), favoritas en los años ochenta y noventa, han sido renovadas por una pléyade de jóvenes y guapas, que aportan frescura a un arte que corría el riesgo de perder seguidores.
La lista de las mas destacadas virtuosas del violín podría ser ésta: La canadiense Leila Joewicz (1977), La holandesa Janine Jansen (1978), la americana Hilary Hann (1979), la japonesa Akiko Suwanai (1982), las alemanas Julia Fisher (1983) y Lisa Bastiasvili (1980), o la inglesa Cloë Hanslip (1987). Debemos añadir a la violinista española Leticia Moreno, que con veintiún años, es la que mayor proyección internacional tiene dentro de la generación de jóvenes intérpretes. La apertura y evolución de la mujer dentro del campo profesional del trabajo en general, ha permitido que en casi todas las orquestas el número de mujeres haya aumentado considerablemente.
El machismo, que antes imperaba en todos los sectores de la vida, ha ido desapareciendo y por lo tanto las féminas han adquirido importancia en la historia del violín y de otros muchos instrumentos musicales (piano, flauta, oboe, chelo, arpa, etc.). Escuchar sus interpretaciones al violín, conociendo su imagen tan hermosa, nos transporta a inusitadas cotas de belleza. Nuestra libertad crece al potenciar nuestra imaginación. Violín y mujer hermosa es un poema que la sinestesia convierte en inmenso placer.
Hacer la prueba y lo podréis comprobar como yo.

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