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jueves, 24 de enero de 2008

HAIKU PARA El 24 DE ENERO

“Blancos pétalos,
almendros en el valle.
¿Ya primavera?”.

El lunes siguiente, al salir de clase, no perdí ni un segundo en llegar el primero en sentarme en mi mesa de costumbre. La bibliotecaria vestía un jersey de lana y cuello vuelto, color granate, tejido de ochos y una falda plisada, azul cielo. Sus medias de seda, casi negras y sus zapatos de medio tacón, color corinto. Una gargantilla de plata, cordón no muy grueso y en las manos dos anillos argenta, damasquinados y otro con símbolos arábigos. Su reloj, creo que un Duward, con pulsera de piel negra. Me la sabía de memoria porque la contemplaba continuamente, como se contempla una Inmaculada en la iglesia, mientras la Misa. Su melena de pelo negro y lacio... aquella sonrisa tan luminosa y blanca como nube de Murillo. Demasiado preciosa para mi, me decía. Había pasado los dos días y noches anteriores, enfebrecido y sobreexcitado con los recuerdos e imagines de lo ocurrido entre la señorita y yo. Me acerqué a su mesa para entregar “Pabellón de reposo”. Mientras rellenaba las fichas de los libros que había sacado el viernes y de los que llevaba, dijo que hoy no podíamos tocar. Es posible que mañana. No te pongas triste. Mañana es mañana y está cerca. Saqué, para leer en casa,: “La familia de Pascual Duarte” y “La Colmena” de Cela, y “Nada” de Carmen Laforet. Leí casi toda la noche y no se me iba la imagen divina de aquella preciosidad. El martes me dijo que tal vez mañana. Así cada día. El viernes: Quédate y tocamos. Ya lo había dado por perdido y me sorprendió. Cerró la puerta por dentro con llave y volvió a quedar el recinto decimonónico en penumbra. Llevaba un traje chaqueta y una blusa de seda color champagne. Los mismos anillos y gargantilla de toda la semana. Siéntate a mi lado que la banqueta de pianista es ancha. El teclado del piano apareció majestuoso y ella estaba radiante con aquel brillo en los ojos. Hoy tocaremos pegados el uno al otro, porque puede que sea el último día junto el piano. Tengo que preparar las Oposiciones y me voy para León. Pondrán a alguien en mi lugar. Espera que me quite la chaqueta para estar más cómoda. Voy a ver si me sale un nocturno de Chopin que recordé anoche, es más o menos así: y aquel piano emanaba música celestial, igual que el piano del caserón de mi pueblo. Hoy suena mas cristalino, los pianos vibran mejor mientras mas los tocas, como las personas, dijo con risa pícara. El sonido interno que contiene está deseando salir del silencio. Imagínate a Chopin tocando y su amante, George Sand, haciendo el amor con él ¿Cómo no estar inspirado amando tanto? El piano es muy erótico y sensual. No puedo por menos que sentir una extraña sensación de ansias de liberación total. Voy a quitarme la blusa para ti, porque hoy tendrás que apurar la esencia del encuentro. Pon las manos en el teclado y toca en la escala grave lo que yo en otra aguda y verás que maravilla. Pero yo no podía tocar al verla semidesnuda junto a mi. Eres preciosa y estás casi desnuda conmigo, ¿no puedo acariciarte como el otro día? No, sólo puedes mirarme. Eres muy niño aún. Tendrás que pensar en chicas de tu edad o más pequeñas y a mi me tienes que olvidar. Imagínate que soy un sueño y siempre que quieras volver a tenerme contigo en sueños. Mira esto es pura poesía, un fragmento de Claude Debussy ¿Te das cuenta de su lirismo? Transporta a cielos inmensos de hermosura tan sublime como el amor. El amor es un misterio que nadie entiende, poco a poco irás aprendiendo las cosas de la vida: el amor y la muerte. Tienes que ser fuerte y no estar triste ni llorar por mi, ni por nadie. No me lo pongas más difícil ¿Puedo verte el reloj? Míralo. Es un Festina, precioso como tu, dije cogiendo su mano. Me dio un beso en los labios y acercó sus marmóreos senos para que los besara. Bésalos, suave, muy suave, como si besaras una rosa. Solo bésalos, no chupes los pezones, por favor. Recuerda: soy un sueño en tu vida. No los chupes, por favor. Pero los chupé durante diecisiete segundos, como se chupa un dedo mojado en el tarro de miel. Volvió a besarme los labios y a limpiar su carmín con el pañuelo. Estudia mucho y hazte un hombre de provecho. Si te gusta la música tanto como yo creo, cómprate una guitarra, o una armónica y ten cerca de ti la maravilla de la música. Escucha esto: es el comienzo de la Patética, de Bethoven. Por un segundo creí poder decir grandes palabras pero no sabía lo que me inundaba, ni lo que sentía. Otra nube, otra realidad irreal. Escucha: esto es un preludio de Bach. ¿A que no sabes qué es esto? Eso es “Let it be”. Si, señor. Para que veas la versatilidad del piano. Lo mismo se puede tocar una sonata, que rock, que blues, que jazz,.. un ragtime, por ejemplo. El piano es el rey de los instrumentos. Se vistió y dándome un fuerte abrazo me besó con mucha fuerza en el cuello y en los labios. Mira como te has puesto, tus hormonas parecen de toro bravo y las mías de huracán. Me limpió con su pañuelo. Vete saliendo y no nos olvides, ni al piano ni a mi. Al volver a casa miré a las estrellas y sólo pude sentir un nudo en la garganta que me ahogaba los gritos de rabia e impotencia. La luna a lo suyo, a ser siempre hermosa y yo desolado como la simiente de olvido que germina.

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