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jueves, 15 de enero de 2009

LA SEÑORA CARVER (X)

X.- El despertar.
La señora Carver dormía con la cabeza apoyada en mi pecho. Sus senos descansaban tersos y sus pezones casi invisibles entre la maraña de su pelo rojizo y espeso. Rizos casi imperceptibles del vello de su pubis asomaban por la parte superior de su braguita. La hevilla en forma de herradura de su cinturón y el botón metálico de sus Levis 501 brillaban en la penumbra. Y allí estába yo, tumbado, haciendo el efecto almohada. Era una de esas escenas para guardar en los rincones de la memoria y recurrir a ellos de vez en cuando. Algunas escenas de películas vistas hace mucho tiempo se recuerdan para siempre. La escena de la señora Carver, semidesnuda y dormida sobre mi pecho, será imborrable en mi vida.
De vez en cuando miraba la teatralidad de la situación, sobre todo a través de los espejos de los armarios empotrados. Mis piernas se entumecían por permanecer en la misma postura, por lo que, de vez en cuando, las movía y con ellas el cuerpo inérte de la señora Carver. La mente no paraba de trabajar en mil pensamientos de diverso carácter. Ora pensaba en cómo sería penetrárla por detrás, ora en cómo hacérla llegar a orgasmos encadenados, ora en cómo limpiar los restos de la batalla y veía su boca respirando, sus manos en mi rodilla, sus píes a un centímetro de los míos. Pensaba en tantas cosas y en ninguna, en la hoz, en la horca de pinchos brillantes del establo, en el hacha de la leñera, en la buhardilla y sus ruídos, que algunas veces sentía como corretear de ratones o de gatos. Tal vez ratas como conejos.
Pero mi vida no solamente son éstos instantes congelados, también es lo que viví en el tren con la muchacha que no tenía nombre, en mi vida, pasada a la historia, con Lily y mi amiga del alma Mia, en mi madre que es una mandona, en mi padre obsesionado con la poesía, que para él no existe otra cosa. Pensar, pensar, pensar, siempre pensando para vivir siempre atormentado.
En la habitación estamos dos personas, un hombre y una mujer casi desnuda, que duerme el sueño de los injustos, sobre mi pecho. Los libros de la habitación, los cuadros, la lámpara de bronce que en forma de araña cuelga del techo, la cómoda china lacada en negro, los objetos decorativos, retratos, la descalzadora tapizada de tercipelo azul celeste y... la puerta que da a el baño donde una bañera decorada con teselas espera a que su dueña se bañe y se de masajes relajantes con el agua hirviendo a toda presión.
Media hora es muchísimo tiempo, casi una eternidad, y da para pensar mucho pensamiento, vueltas y vueltas como una noria, mucha contradición, muchas elucubraciones y soy un hombre, bien lo se. Cierro los ojos y trato de evitar que mi miembro se desboque en una erección o en un desatino. Procuro no sentirme hombre. Que no se me note que estoy en el límite ¿Cuánto podré aguantar sin poseérla o sin asesinarla o, tal vez, las dos cosas? Por dios, esos pensamientos que ni se me pasen por la cabeza. Tengo que salir cada día a caminar al menos ocho o diez kilómetros. Tengo que pasar por el Ayuntamiento a pedir permiso para investigar en sus archivos.
- ¿Qué hora es, James?
- Faltan tres minutos para las tres y media, señora Carver.
- Dios, qué sueño he tenido ¿Hace falta hervir el agua para la vaca?
- No es necesario, con que esté muy caliente sirve. Tal y como sale del grifo de caliente, dejándola correr durante unos momentos es suficiente.
- Entónces aún podemos esperar casi media hora. Me gusta la comida más que por comer, por la sobremesa, por lo que se habla, cuando no se está sola, por los minutos después de haber comido. Ahora he soñado y me gusta tratar de recordar lo que soñé, me gusta estar unos minutos saboreando el sueño antes de levantárme ¿Sabes lo que soñé, James?
- Obviamente no, señora Carver.
Se incorporó un poco y cambió de postura. Su cabeza ahora descansa sobre la almohada y su conversación casi me ordena que me sitúe a la altura de su boca frente a la mía, sus ojos frente a los míos, brillantes, celestiales y todo su cuerpo en paralelo al mío, los dos de costado, frente a frente. Sonreía plácidamente y casi en susurros hablaba... tan cerca de mi boca que era como si quisiera que tragara las palabras una a una.
- Era verano y salí con mi bicicleta a darme un baño al río. Como casi siempre, iba sola. Llevaba el bañador puesto desde casa. En el camino, por supuesto, busqué el orgasmo contra el sillín de mi bicicleta, aunque se que nunca me viene. Entre las retamas y los matorrales junto al río, me quité la ropa, excepto el bañador, y me metí en las cristalinas aguas del arroyo. El sol calentaba como nunca lo había hecho, si miraba al cielo para interpretar las nubes, me cegaba toda la luz, si miraba al agua, veía el reflejo de mi cuerpo y los brillos de los guijarros y a veces los pececillos merodeándome, y mi imagen sobre el agua como un espejo dorado. Me gustaba verme así como si fuera Narciso, pero no era exáctamente lo que deseaba, por lo que me quité el bañador y quedé desnuda. Así si, así era yo tal y como quería ser. Desnuda entera, entregada a los dioses que habitan el agua. Me acaricié, abrí mi vulva todo lo que pude, como si deseara que me penetraran. Con los ojos cerrados me concentré y sentí un calor inmenso subirme hasta los senos, hasta mi corazón. Me vino más y mejor que el de la bici, bueno casi, porque el último siempre es el mejor. Y eso fue todo.
- ¿Fue sueño, señora Carver, o realidad?
- Espera a ver.
Se metió los dedos por dentro de las bragas y los sacó completamente mojados y se los chupó.
- Las dos cosas James, las dos cosas. Tenemos que levantárnos porque me enrrollo como las persianas. Voy a hacer pis y a lo mejor otra cosa que nadie puede hacer por mi.
Tal y como estaba me quedé con los ojos cerrados. No entiendo por qué no me largo de esta casa ahora mismo ¿Qué pinto aqui? pero por otra parte, me digo ¿Dónde voy que mejor esté? Algo extraño me hizo abrir los ojos y escuchar con toda la atención. Me acerqué sigilosamente a la puerta cerrada del baño. La señora Carver parece que está llorando y eso que aún no tiene ni idea de lo que se avecina ¿Por qué llora la señora Carver? Hay misterios que es preferible que lo sigan siendo. A veces es mejor cercenar cabezas de un solo tajo.

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