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domingo, 7 de junio de 2009

CHUPARSE LOS DEDOS

Para el andariego viajante, tanta muestra de generosidad y cariño le parecían algo extraordinario. Jamás nadie antes, en toda su vida, había brindado por él, por ejemplo. Eran tantos los detalles que no podía por menos que sentirse agradecido por una parte y por otra un poco intranquilo ¿Cómo podían saber aquellas mujeres que era trabajador y honrado si le conocieron, por casualidad, hace poco más de diez horas?
Seguía, no obstante, tratando de sentirse relajado y a la espera de los acontecimientos.
Levantaron las copas y el andariego viajante, levantó despacio la suya, como pensándoselo, miró a los ojos de Anna, tan tristes y a la vez como ilusionados, a los de Emily tan penetrantes, hipnotizadores, y suponía que sinceros, que chocando su copa con la de ellas, dijo:
- Gracias Emily, gracias Anna. Brindo por vosotras, porque vuestro dolor por la muerte del padre muerto se diluya pronto y seáis lo más felices que el devenir de la vida os done. Es lo único que se me ocurre, no sé nada de brindis y cosas de esas.
Las señoritas rieron, el andariego viajante también rió sin saber muy bien por qué y mojando pan de hogaza en la yema de uno de los huevos, comentó con gesto de contento, que los huevos estaban cojonudos.
- Ya lo creo. Están para chuparse los dedos ¿Nos los chupamos?
- Dámelos cariño mío. - dijo Emily a su hermana, chupándose los dedos entre ellas, como jugando - Anna puso los suyos cerca de la boca del andariego viajante.
- Chupalos Abel, te gustará.
La escena era hermosa porque, un gesto tan elemental, tan infantil, demostraba armonía, confianza, cariño... El andariego viajante no se había sentido tan contento en toda su vida y no sabía si era bueno o malo, sólo sabía que le gustaba sentirse así entre aquellas mujeres tan guapas, ante el fuego de una chimenea, comiendo, bebiendo y sintiéndose parte integrada de una familia nueva por primera vez desde que nació.
- Come todo lo que quieras, que no te quedes con hambre ¿Has probado el queso? - Dijo Emily mientras le ofrecía el plato- No dejes de probar el chorizo y el jamón y bebe todo lo que quieras. En esta casa nunca te faltará un buen plato de comida.
- Ni una cama para dormir o un escaño para descansar.- Comentó Anna- Ojalá lleguemos a un entendimiento y te quedes con nosotras.
- ¿Un entendemiento? ¿Aqué te refieres, Anna? ¿Qué es lo que estáis tramando?
- No te asustes Abel. Queremos que te quedes con nosotras, que trabajes en esta casa, que vivas aquí, que seas el encargado de la tienda, que seas nuestra mano derecha para los negocios y para la vida. Nos hemos quedado solas, completamente solas, y ahora te necesitamos. Toma bebe un poco más, ahora traigo otra botella y de paso me cambio que esta ropa me agobia. - dijo la hermana mayor mientras se levantaba- ¿Cariño te traigo el camisón?
Anna y Abel se quedaron solos y de alguna manera estaban deseando. El fuego y el vino les había relajado y mientras ella se quitaba los zapatos y la chaqueta invitó a que el andariego viajante se pusiera cómodo.
- ¿No tienes calor? Puedes quitarte los zapatos y el jersey, nosotras nos vamos a desnudar ante la lumbre para ponernos los camisones y dentro de un rato irnos a dormir. Hablaremos mejor si estamos relajados los tres ¿Sabes una cosa Abel?
- ¿Qué?
- Mi hermana y yo te queremos con nosotras, lo tenemos decidido ¿Nunca has estado con una mujer?
- No, como ahora nunca.
- Pues ahora estás con nosotras. No tengas miedo, te enseñaremos lo que no sepas, te instruiremos para que seas parte de nuestra vida, al menos esta noche. Mañana, cuando mi padre esté enterrado nos das el si o el no a nuestra propuesta. Me gustaría que me tuvieras en cuenta, que pensaras en mi, porque te necesito ¿Te gustan mis medias?
- Me gustan, te hacen las piernas muy elegantes.
- Pues aún no has visto nada.

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