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martes, 14 de julio de 2009

PRAXILA Y TEA (IV)

IV
Me sorprendo dejándome llevar y cuando estaba sin camiseta y sujetador, nos dimos cuenta de la gran mancha que había llegado a mis pantalones de tanta excitación y el fluir de mi fuente tenía los pantalones perdidos.
- Cierra los ojos y no pienses en nada. Todo tiene arreglo, menos la muerte. Desnúdate del todo, cariño mío, que lo haré yo contigo.
Apartamos la colcha gruesa de algodón de color crudo y sobre la sábana blanca y fresca, nos tendimos una frente a otra. La penumbra y el aire acondicionado, el cuadro grande de inspiración japonesa, el espejo con marco ancho, minimalista, en la pared de enfrente y toda la decoración zen que nos rodeaba, incrementaba la sensación de relax y bienestar.
- Qué bien se está aquí, amor mío. - dije de forma inconsciente, pero dije.
- Tienes cuerpo de atleta, eres fibra pura, piel bronceada y suave como el mármol. Me vuelve loca tu piel y tus pezones son dos aceitunas negras de Baeza... te los comería el resto de mi vida para que se alargaran como dedos de ángel negro y tus ojos, tan brillantes, tan llenos de luz, como dijo el taxista... no soy lesbiana pero me gustas y podremos hacer el amor si quieres, si no... no pasa nada ¿Quieres?
- No sé lo que quiero y como no quiero volverme loca, te dejaré hacer y haré lo que me pidas.
- Sube...
No tardé ni tres minutos en sentir mi primera “petite mort”, pequeña muerte, y cuando me vino la tercera, se incorporó Praxila para encender un cigarrillo.
- Tenemos que controlar, si no lo hacemos, no habrá Teatro Príncipe, ni Círculo de Bellas Artes, ni Café Gijón, ni calle Libertad, ni nada de nada.
- ¿Tu no te corres?
- Claro, pero en su momento. De mi no te preocupes ¿Quieres una chupada?
Y chupé de su cigarro tantas veces como ella y en cada chupada, exhalábamos el humo tratando de hacer redondeles y cuando lo conseguíamos, a veces, se hacían concéntricos y ese pequeño juego nos hacía reír y sentir que la felicidad puede ser tan fácil como dos círculos de humo que se desvanecen y eso a mi me tenía aterrada, porque no recordaba momentos tan excelsos, tan sublimes, como esos. Praxila es una mujer con un físico potente, con una elegancia natural, con una expresividad y unas dotes de persuasión y seducción tales que haber sido conquistada por una mujer así era un honor y un privilegio. No me importaba nada en esta vida, sólo una cosa: ser y estar a su disposición. Recibir su placer y ofrecerle el mío.
- Praxila.
- ¿Qué?
- Siempre tuve un sueño: ser fotógrafa artística y echo de menos mi cámara.
- Compraremos una cuando compremos el vestido que necesitas. No te preocupes por lo que se pueda comprar con dinero. Si sueñas con ser fotógrafa artística, lo serás. Tienes el resto de la vida por delante.
- Es que... Praxila, en mi sueño estás tu. Te necesito como modelo esta noche ¿Quieres, por favor?
Se incorporó y mirándome a los ojos se acercó a mi boca y con su lengua acariciándome los labios y las mejillas y mis párpados cerrados y mi frente y... dios, sus dedos volvieron a horadarme y me venía, me venía y antes de que me viniera, me susurró al oído: “te dejo”, y la explosión fue tal que su mano se llenó de mi lava blanca y ligera como una eyaculación de hombre y a mi nunca me había pasado, ni tan siquiera con mi marido o con Abel, mi amante
No debería llorar, sé que no debería llorar, pero... ella lamió mis lágrimas y yo a ella le lamí un suspiro.
- Te contaré lo que significa mi nombre. Praxila era...

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