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viernes, 11 de septiembre de 2009

CON UN INTERRUPTOR EN EL CULO

III
Un interruptor en el culo.

Este verano, tan especialmente caluroso, me he acostumbrado a salir de casa cuando baja el sol y dar el paseo del des entumecimiento y de la búsqueda del aire limpio y fresco de los parques. Por la proximidad con el Retiro me resulta más práctico entrar y dar una caminata larga recorriendo los perímetros de La Rosaleda, de El Lago y de los alrededores de El Ángel Caído.
Ese es el recorrido que había hecho durante años cientos de veces, con pequeñas variaciones, pero desde hace unos días el único lugar en el que me gusta sentarme a reflexionar es en mi banco favorito.
Desde hace mucho tiempo, diría que desde niño, me he aficionado a observar los pequeños detalles de las personas y aquí, en Madrid, tengo mil oportunidades de hacerlo en el Metro, en el Bus, en cualquier calle, en cualquier café. La gente es la que me da la vida y se la da a mi imaginación. Y mi banco sustituye a todo y se ha convertido en el mayor surtidor de descubrimientos del que nunca jamás haya disfrutado. Pensándolo mejor, sólo existe otro lugar tan inspirador como mi banco favorito y es el río Esla, a su paso por Villaquejida, mi pueblo.
En estas reflexiones tan banales, e insípidas, me encontraba mientras seguía el ansioso picotear de una paloma gris y blanca que daba cuenta de un trozo de galleta pisada, cuando vi cómo se acercaban por el paseo una pareja con aspecto de matrimonio gastado y envejecido.
Me esfuerzo en concentrarme en la lectura y procuro no hacer ni un solo gesto para que los paseantes no se sientan atraídos a sentarse en la parte posterior del banco donde yo estoy sentado. Pero... el caso es que , a pesar de los cientos de bancos totalmente vacíos del parque, casi siempre, alguien acompañado se sienta detrás de mi.
- Cómo se nota el paso de los años, Carmina, llega uno hasta el banco sin resuello.
- Es que ya vamos siendo mayores, Santiago. Fíjate tu, jubilado y con sesenta y cinco añazos ¿Quién te lo iba a decir?
- Pues si, tienes razón. Desde muy niño he tenido el presentimiento de que me moriría muy pronto, al día siguiente incluso, y mira, por lo que sea, me he equivocado y día a día ya llegué hasta hoy con sesenta y cinco bien cumplidos y tu no te creas que te salvas, Carmina, que para enero me alcanzas.
- Te alcanzo si, pero en Abril cumples tu sesenta y seis y ya eres un año mayor que yo.
- Si es que llego, si es que llego ¿Te fijaste en cómo los tienen? Aquello si que es triste, aquello si que da pena, cada vez que voy se me pone un nudo en la garganta y pienso, dios mío, como me descuide cualquier día me traen para aquí y si te digo la verdad, mil veces preferiría estar muerto.
- Tienes razón Santiago. Pero qué vamos a hacer, cuando lleguemos a un estado en el que no podamos defendernos, nos tendrán que llevar, ¿Qué van a hacer los hijos?
- No me jodas, Carmina ¿Qué van a hacer, qué van hacer?, pues dejar que nos muramos en nuestra casa. Esta mañana, mientras tu veías a tu madre, fui a saludar al señor Vicente, ya sabes el hombre más elegante y más tieso de toda la Residencia, le digo: buenas tarde señor Vicente, ¿Qué tal está? ¿Cómo quieres que esté?, prisionero, aquí estoy prisionero porque los cabrones de mis hijos me trajeron, engañado, para pasar un mes y llevo tres años con sus días y sus noches. Esto es un infierno, Santiago, porque te llamas Santiago ¿no es eso? pues ya te digo, entre las hijas de puta de las enfermeras y de las ayudantes, que son todas unas zorras, me tienen aquí prisionero, no diga eso señor Vicente, si se le ve tan elegante, tan derecho, tan firme en su compostura, que da usted la imagen de un auténtico señor, de todo un caballero, si, si, menuda elegancia la mía que ahora mismo me cogía la andarina y no me veían el pelo ni estas, ni los hijos, oye Santiago y digo yo una cosa ¿No tendrás una pistola? ¿No llevarás una pistola, por casualidad? no, señor Vicente, ¿Para qué quiere usted una pistola, señor Vicente? Nos ha jodido, para pegarme un tiro, ¿Para qué la voy a querer?, mira, porque me tienen en una habitación del primero y si me tiro por la ventana no me mataré, pero estas cabronas saben que si me pusieran en un cuarto o en un quinto, me arrojaba por la ventana hoy mismo, aquí pasan cosas que sólo yo se, sin ir más lejos el martes una de mis amigas, ya sabes, una con la que hablaba algo, que tampoco mucho para que no se hiciera ilusiones, el caso es que se llamaba María y el martes vamos todos al comedor a cenar a la siete en punto. Me siento en mi sitio de siempre y yo buscando a la María con la mirada y que la María no estaba en su sitio y le digo a Margarita la más joven de las cuidadoras, le digo: María no está, vete a ver si se ha quedado por ahí dormida, aunque sea, y ¿Sabes lo que paso? pues que la María estaba muerta, fría como un témpano, se había muerto antes de la merienda y nadie se había dado cuenta, así que con eso te digo todo y luego están los que dan gritos, ¡Ausxilio, que me muero! ¡Auxilio, que me muero! y lleva meses con el ¡Auxilio, que me muero! y no me dejan dormir, ni nada. Así que cuando vayas para Madrid me compras una pistola, que ya te la pagaré, y me la traes. Si no me la traes, me voy. Cuando vengan los del pan, aprovecho que dejan la puerta medio entornada y me voy para siempre. Me pongo en una cuneta, cierro los ojos y digo: me muero y me muero. Muerto el burro se acabó la rabia.
- Ya Santiago, ya me lo has contado tres veces. Yo tampoco quiero ir ¿Qué podemos hacer Santiago?
- Carmina, es muy fácil: querernos y apoyarnos el uno en el otro. Tu me cuidas a mi y yo te cuido a ti ¿Te parece bien, Carmina?
- Me parece muy bien Santiago.
- Carmina, ¿Tu me quieres?
- ¿Me quieres tu a mi?
- Tu primero.
- Te quiero Santiago, te quiero desde el primer día que te vi con la camisa aquella de cuadros tan bonita cuando estabas en el trillo cantando “La Campanera”.
- Y yo a ti Carmina, desde aquél día que sacabas las andas de la Virgen en la procesión. Cuando te vi, me dije: qué guapa es Carmina, la chica del señor Lucio, esta no se me escapa ¿Cuántos años hace Carmina?
- Pues si tenías 15 años y ahora tienes 65 pues echa la cuenta.
- Carmina, ¿Jodemos esta noche?
- Pues claro, amor mío, pues claro ¿Acaso te lo he negado alguna vez?
- Oye, pues no se hable más. Vamos que me corre prisa.
Y... no pude leer ni una línea de mi libro ¿Por qué no tendremos un interruptor en el culo que ponga IN y OUT? Cuando estemos bien, IN, cuando estemos mal, OUT. Nunca entenderé por qué a Dios, con lo sabio que dicen que es, no se le ocurrió crearnos con un interruptor en el culo. Tampoco cuesta tanto.

1 comentarios:

Anonymous Sex Shop ha dicho...

Muy buenoooooo!!!!!!!

19 de junio de 2013, 11:33  

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