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jueves, 3 de septiembre de 2009

Hoy tocan Berettas a buen precio.

VIII
Hoy tocan Berettas a buen precio.


Una mañana de invierno, una de esas mañanas en las que sacas humo de la boca al hablar, me encontré camino de la escuela con la maestra-ogro, la maestra mala y ella se daba cuenta de que yo creía que era lo que era: una mala maestra y dije: Buenos días, señora maestra y ella contestó que cómo se me ocurría ir a la escuela con un agujero en un calcetín. Como no sabía qué contestar, dije que mi calcetín tenía un agujero porque era un agujero y que eso no quería decir que estuviera roto.
En la escuela, la maestra, dijo que la que supiera escribir correctamente el nombre del autor de “Romeo y Julieta” que saliera al encerado. Como nadie salía, me decidí a hacerlo yo. Puse: SHAKHESPHEHARE. La maestra no me dio un reglazo, porque según dijo, el daño se me pasaría, por lo tanto, era preferible decirme que era una estúpida engreída, que me creía saberlo todo y que me había pasado en poner haches. Todas las chicas se rieron de mi y eso me hizo más daño que un reglazo en la cabeza. No obstante, pocos días después le pregunté a la maestra por un tal Albert Camus y cómo no sabía por dónde salir, me llamó estúpida engreída y ese día las niñas no se rieron de mi. Callaron.
El curso de Agentes de Seguros de La Compañía se celebraba en un Centro de Formación ubicado en un edificio exclusivamente de oficinas, muy cerca de la Plaza de Cataluña. Éramos sesenta compañeros venidos de todas las provincias de España, predominando los de Madrid y Barcelona, como es lógico.
Los profesores eran catalanes y uno de ellos destacaba por su impactante presencia física. Su elegancia y su belleza. Tanta belleza le hacía ser una persona detestable y odiosa, para mi, quiero decir.
Al preguntarme por unos detalles sin importancia sobre una modalidad de seguros de automóviles y contestarle correctamente, me preguntó que de dónde era.
- Soy de un pueblo de la provincia de Zamora.
- Zamora está entre Badajoz y Huelva, o por ahí ¿No es así?
- No, no es así. La provincia de Zamora está en la provincia de Zamora y usted sabrá mucho de seguros y de cómo hacerse el nudo de la corbata, pero no tiene ni idea ni de geografía ni de cultura.
Los compañeros se echaron a reír y el chulo me dijo que esa respuesta me podía costar el puesto de trabajo y le contesté que lo que sobraban eran puestos de trabajo y profesores que no tenían ni idea, que no había cosa que más me ofendiera que alguien tomara a broma a la provincia donde nací.
Comíamos en el mismo restaurante buffette libre y nos poníamos morados. De entre todos lo compañeros y compañeras, me hice más amiga de un chico de Sevilla. Después de comer me dijo que era muy simpática que por qué no iba con él a hacer unas gestiones a los alrededores del puerto. Como no tenía nada mejor que hacer me fui con él.
En los alrededores de Estación de Ferrocarril y del puerto notaba un ambiente raro. Mucha prostitución masculina y trapicheo de droga. Mi amigo se llamaba Ángel Escobar Sarmiento, con un acento y un estilo aflamencado que le delataba. Unos tipos con mala pinta le dijeron: Quillo, tenemos lo que buscas, mira, y abriendo la chaqueta mostraron tres o cuatro pistolas entre los dos.
- Busco una Astra, dijo Ángel.
- Hoy tocan Berettas a buen precio. Si quieres una Astra, vente mañana a las nueve de la noche. Ronda las cien mil.
- Eso está hecho. Cinco cajas de balas, que no se os olvide.
De vuelta por el Paseo de Gracia, Ángel, al notar que a mi las armas me parecen odiosas, me explicaba que era un encargo de un amigo joyero, de Sevilla, que estaba harto de que le atracaran. Me quiso coger de la cintura y como era más alto que yo, presumía de que podríamos hacer buena pareja. En el Corte Inglés me perdí de semejante personaje. A veces se mete la pata por no fiarte y otras por fiarte demasiado. En realidad, siempre se mete la pata, hagas lo que hagas.
En la Galería de Arte de Anna, no había nadie. Una nota: “ara torno surto a fer un café”. En un estanco compré una cajetilla de Paxton y busqué con la mirada en las cafeterías cercanas. Eran las seis y media de la tarde y Anna se presentó cargada de revistas de Arte y tabaco.
- Esmeralda ¿Tu por aquí? ¡Qué alegría! Pasa, ayúdame con esto, mientras abro.
Sólo había visto dos galerías de Arte en mi vida. Una de ellas en León e iba para encontrarme con Victoriamo Crémer. La galería de Anna era una de las más importantes de Barcelona. Estaba exponiendo cuadros de Saura, Miralles, Zobel, y de Santiago Rusiñol. Una vez que me enseñó, muy rápidamente, la galería, nos sentamos en un acogedor sofá de piel negra que tenía en su despacho. Me cogió de las manos y me miró a los ojos.
- Esmeralda, dime la verdad ¿Ves algo raro en mi?
- No, no veo nada raro en ti.
- ¿Ves que tenga cara de gilipollas?
- No se a qué viene esto, Anna.
- Viene a que la tal Miryam y el tal Jordi, mi marido, me da que están liados. Esta mañana me dice, Jordi, así de sorpresa, que tiene que ir a Tarragona a ver a un marchante y que vendrá sobre la una. Me juego el cuello a que está follando con tu amiga, tu jefa o tu lo que sea. Tenemos una de las mejores Galerias de toda Cataluña y es una pena que se vaya al cuerno por, precisamente, un ataque de cuernos. Así que... esta noche cenamos juntas y ya se verá ¿Te atreves?
- Si, me atrevo.
Y... empecé a interesarme por el fascinante mundo del Arte. Mientras mi nueva amiga catalana atendía a sus clientes, ojeaba, más que leía, libros preciosos de Arte y me enamoré de... ¿Por qué me salió esa odiosa palabra? Nunca jamás me enamoraré de nada ni de nadie. Solamente amaré lo hermoso, amaré la belleza. Solo la belleza me duele tanto como para que la ame.

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