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martes, 22 de septiembre de 2009

LA PRIMERA VEZ QUE LO HICE CON UNA MUJER DORMIDA

Una de las profesiones más antiguas que existen, es la mía: Agente Comercial. No es nada fácil conseguir un nuevo cliente, pero con tesón y perseverancia, poco a poco, se va consiguiendo una clientela que te permite vivir dignamente.
Es un trabajo casi vocacional para el que hay valer, tener buen estómago, aguantar a unos y a otros, picar muchas puertas y hasta que se consigue al cliente pueden pasar muchas horas o muchos días. Por pura rutina de trabajo conocí, a través del teléfono, a la señora X y después de dos conversaciones conseguí que me concediera una entrevista en persona y que me diera la casi total seguridad de que firmaría la Póliza de Seguro de Vida que le había ofrecido. Quedamos para las nueve y media de la mañana del día siguiente.
Me abrió una mujer de mediana edad que, sonriente y amable, me invitó a entrar y a que me sentara en el sofá de piel negra del salón. Dijo que estaba muy cansada, que tenía turno de noche y que prácticamente acababa de llegar del trabajo. Era una advertencia para que no me enrollara y que fuera al grano.
Saqué el impreso de la póliza que tenía que rellenar para que la firmara y que, mientras le daba todo tipo de explicaciones técnicas sobre la modalidad de seguro de vida que le era más interesante, no dejaba de bostezar, de desperezarse y noté que hacia verdadero esfuerzo para no caerse dormida.
No habían pasado ni cinco minutos cuando empezó a desabotonarse la blusa y a aflojar su cinturón de cuero. Mira chico, no aguanto ni un minuto más. Tengo que dormir al menos dos horas, ahora no puedo concentrarme y si firmara no estaría a gusto. Tranquilo que te prometo que hago el contrato cuando esté totalmente despejada. Esperas o te vas y vuelves en dos o tres horas. Tu eliges, yo me voy la cama. Mientras se despejaba de la blusa y de los Levis 501, me miraba y yo a ella ¿Puedo esperar vigilando tu sueño? Haz lo que quieras, no soy nadie, me muero desfallecida ¿Puedo ponerme a tu lado? Claro, la cama es ancha, pero hombre, no te vayas a meter vestido con traje, desnúdate que no eres el primero que veo desnudo. Siempre duermo en ropa interior, dijo. La ropa interior más bonita es la que no existe, dije. No hables tanto y déjame dormir. Se dio un poco de Eau de Rochas de Adolfo Domínguez en el cuello y en las axilas y bastante por las sábanas y la almohada.
Se puso en la que dijo que era su postura ideal para dormir. Abrazada a la almohada y medio boca abajo. Yo me desnudé mientras me fijaba en lo escultural de su figura, en lo bien que le quedaba su sujetador Lovable y su tanga con blonda y bordados de color rosa y granate. Su pelo rubio, casi rojizo y largo hasta taparle el cuello y sus ojos verdes, su voz de mujer con personalidad y musical como de artista de la palabra, me hizo olvidar de la póliza, que era mi objetivo, y pensar en ella como mujer, como persona, como verdadera escultura perfecta de carne y hueso, como verdadera diosa de la belleza y de la exuberancia sensual.
Desnudo y mirando al techo sin saber muy bien qué hacer, la miraba de reojo ¿Qué hago pegado a un monumento como éste? Puse una mano en su cadera y comprobé que su piel estaba caliente y era tersa como el mármol. No se inmutó.
Me puse de costado y me aproximé más hasta tocarla casi y no se inmutó. Me arrimé totalmente y no se inmutó. La abracé, sin abrazarla fuerte, y no se inmutó. Me acerqué a oler su pelo, a lamer el lóbulo de su oreja y no se inmutó, traté de quitarle el sujetador y comprobé que su talla era noventa de contorno y noventa y cinco de copa y no se inmutó. Conseguí desabrochar el sujetador y ladearle el tanga y ella dormía tan profundamente que no se daba cuenta de nada, creo, y yo si que me inmutaba, yo si que tenía tantos deseos de poseerla que tenía dudas, tenía remordimientos ¿Qué hacer en una situación así? Subí de nuevo a lamerle su lóbulo y a meter la punta de mi lengua en su oído y entraba y a mi se me ponía muy difícil la cosa. Bajé besando sus hombros, su cuello, sus vértebras invisibles y su piel era un tesoro encontrado en la mejor de mis islas misteriosas y besé y lamí toda su espalda y ella no se inmutaba y mis dedos, dios, mis dedos exploraron y exploraron su sexo y ella no se inmutaba y no lo pude resistir y subiendo un poco pude conseguir penetrarla y al principio no estaba seguro y me salía y ella no se inmutaba y volví a entrar y ya salía muy mojado y volví a entrar y salía aún más mojado y, no me podía resistir. Despacio, muy despacio, suavemente, entraba y entraba y llegó un momento en que me quedé dentro y para mi sorpresa ella se movía el pubis y las caderas y su sexo se apretaba a mi miembro y me retenía y era ella la que se movía y se movía y entonces me quedé quieto y noté como una gran succión por parte de su vulva palpitante y era tal la fuerza de su succión que no pude resistir más y me derramé como nunca hasta la fecha y ella se estremeció y suspiró profundamente pero dormida, muy dormida, sin inmutarse. Seguí dentro gozando de ella y ella.. era mi diosa, mi tesoro encontrado. Cuando se despertó yo me había salido de dentro y mi miembro era más grande que nunca o no se, el caso es que me quedé medio traspuesto y maravillado de la mujer - diosa que tenía a mi lado.
Dios mío, un ángel me ha llenado en el sueño tan fuerte que tuve. Pero... si estoy inundada y al darse cuenta de que yo que permanecía a su lado, dormido, se subió encima de mi y me cabalgó todo lo que quiso mientras yo, sin inmutarme, dormía sintiéndola y así hasta que nos vino a los dos.
Firmó la póliza y quiere que vuelva para que le asegure el coche.

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