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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Nos espera el cielo.

Esperar y esperar. Mirar el reloj y que no llegan. Leo, la Artista, pensaba en los años invertidos, en las noches de insomnio, en sus cuadros imperfectos, pero suyos, en la cantidad de horas y horas dedicadas a pintar y que llegan las nueve y media y aún no ha llegado ni uno solo de sus invitados. Leo es fuerte, es dura, es resistente y no se rinde aunque se le escape una lágrima.
- Mi pequeña Lena, no viene nadie y mira la hora que es.
- Amor mío, no llores por nada del mundo. Los que vienen, están de camino. Habrán tenido algún inconveniente por el que se retrasan. No llores, llegarán tarde, pero llegarán.
- Ven mi pequeña Lena, acércate para que pueda acariciarte el pelo y los labios mientras llegan, si es que llegan.
Eran las diez menos veinte cuando empezaron a presentarse los primeros. En Madrid es complicado ser puntual, incluso en el mes de Agosto. Unas máquinas de asfaltar habían ocupado las calles de acceso al domicilio de la pintora y se vieron obligados a dejar los coches un poco alejados.
Primero llegaron los Rosado, un matrimonio de mediana edad, profesores de una Escuela de Arte, minutos más tarde Remedios Rizoso, secretaria de la Concejala de Cultura, que venía con una amiga, Almudena, y así poco a poco, los demás. En total se juntaron once invitados, víctimas de la trampa de la operación asfalto. Las obras envenenan esta ciudad maravillosa. Vayas donde vayas , vallas.
Cuando ya habían llegado todos, Leo, la Artista y anfitriona, dio por inaugurada la Primera Exposición Privada de Su Galería de Arte. Les comentó, a los invitados, que tenía nueva ayudante y alumna, que se llama Lena, que trabaja en un Banco, que es Asesora Financiera y muy servicial. Leo explicó su obra y habló de lo que le duele pintar y ahora vender, que los que estén interesados en comprar que hablen y negocien con ella. Los trípticos no se venden por separado y así fue intercalando información sobre su estilo, técnica empleada, proyectos futuros, su actual dedicación al Video Arte, su actividad como Comisaria de Exposiciones y Artista Invitada en eventos artísticos nacionales e internacionales.
-Queridos amigos, si tenéis alguna duda sobre cómo adquirir la obra, preguntarnos a Lena o a mi. Queda la Exposición inaugurada.
Todos aplaudieron, todos comentaban sobre la gran valía artística y el futuro prometedor de Leo. Hablaban y la pequeña Lena se sentía un poco fuera de lugar porque sus conocimientos y experiencia sobre Arte eran nulos y en su fuero interno se preguntaba que cómo se habría metido en esos berenjenales. El calor era intenso y todos eran víctimas del sudor y agobio por lo insoportable que estaba siendo el mes de agosto. Algunos hablaban de sus viajes de verano, de sus vacaciones en el mar. Hablaban de Ibiza, de Menorca, de la Manga del Mar Menor, de sus fuera borda, de su casa en la playa, de su chalet en la Sierra y de sus negocios, u ocupaciones, florecientes a pesar de la crisis. Las crisis son para los pobres, decían, sin decirlo. Todos eran felices y presumidos. La pequeña Lena se sentía observada y un poco cohibida. Pasados unos minutos de euforia y de presentaciones, llegó un momento en que la gente se acercó a la mesa de la comida y sirviéndose vino en sus copas de cristal, iban picando de un plato y de otro. Lena sentía que alguien la miraba con insistencia, que todos estaban pendientes de su vestido pegado al cuerpo y sus aureolas inflamadas como botones que anuncian el brote de preciosos pezones.
- Me presento. Soy Fernando Espiga, crítico de Arte y dueño de una Galería en la Calle Orfila. Pasa por allí cuando quieras y tomamos un café. Esta es mi tarjeta.
- Muchas gracias señor Espiga. Es muy amable.
- No me llames de usted que me hundes. Solo tengo cuarenta y siete, claro que comparados con tus diecinueve o veinte... ¿Eres artista?
- Sólo aficionada. Empiezo como alumna y ayudante de Leo ¿Ha pensado ya en comprar algo?
- Si, compraré el tríptico de los soles. Puedes poner la etiqueta de “reservado” en los cuadros. Hablaré con Leo y cuando cerremos el trato, pago y me los lleváis. Un besito, que me voy.
El señor Espiga huele a Paco Rabanne y ese olor le recuerda a su hermano hospitalizado. Antes de cruzar la puerta la mira con insistencia, como enviando un mensaje subliminal. Lena tenía que estar pendiente de su escote, la gente la miraba tanto que temía que fuera porque se le habían salido sus manzanitas. Leo, rodeada de hombres y mujeres que la adulan con piropos sobre su Arte y sobre su encanto personal, apenas si la dirige la mirada. Siente ganas de que la mire, de que la roce aunque solo sea.
Las mujeres lucen escotes, bronceado y joyas. Sonrisas encantadoras y miradas como navajas de doble filo. Los hombres, muy de verano, no quitan los ojos a los pechos de Leo y la pequeña Lena se siente confortada e inquieta a la vez. De entre todas destaca una mujer de belleza exótica acompañada de un señor no tan joven de piel cobriza. La mujer no quita ojo a la pequeña Lena.
- Usted no es española ¿Verdad?
- No, soy de Nicaragua. Me llamo Alexandra y mi marido boliviano, se llama Roland, somos artistas polivalentes. Intentamos abrir mercado para nuestro Arte de influencia precolombina en algunos Organismos Oficiales españoles y europeos. Recién regresamos de París. Estamos cerrando un buen proyecto con Casa de América.
- Encantada de conocerles. Si tienen alguna consulta que hacer, no lo duden ni un momento, estoy a su entera disposición.
- Ojalá fuera verdad. Eres preciosa y con ese vestido nos deslumbras.
- Gracias, señor...
- Roland, Roland Mérida, mi esposa y yo seríamos muy felices si nos hicieras una visita en nuestro apartamento en la Castellana.
- Hablaremos más tarde, si les parece.
A esas horas había hambre y todos comían a boca llena y las botellas de vino se vaciaban como por encanto. El chorizo, la cecina, el queso y el vino de León, tuvieron tanto éxito que preguntaron por la tienda donde se venden.
- Lena, el señor Espiga es nuestro primer comprador. Tiene mucho interés en que vayas a verle a su Galería para que le asesores sobre productos financieros.
Poco a poco la gente se anima y el ambiente se relaja y cogen confianza unos con otros.
- Si te dijera que por las noches me bañaba desnuda en el mar y que me bronceaba la luna. Aquello era calidad de vida.
- Mi marido me regaló un mes en Nueva York coincidiendo con la Antólogica de Gustav Klimt.
- Me tomé tres Chivas, 15 years, con mucho hielo y devoré un buen plátano, ya sabes. Dormí como una rosa gracias a tanto sudor y las tres gotas de Chanel nº 5.
Un hombre, con camisa de seda azul marino y pantalón color crema, no hablaba con casi nadie, no dejaba de mirar, hipnotizado, ni un solo momento, cada cuadro, uno por uno, investigando los detalles de cada pincelada. Ese hombre, de camisa de seda azul marino, no hablaba con casi nadie y casi nadie hablaba con él.
- La serie aquí expuesta, está vendida. Mi más sincera gratitud. En el ático están el alcohol, el hielo, otras cosas y podemos fumar. Nos espera el cielo, todo el cielo hecho Arte.

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