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miércoles, 28 de octubre de 2009

Contigo, contra ti.

El calor persiste de forma increíble y a pesar de que en el sótano se está un poco más fresco, no quita para que la temperatura no baje de los treinta y ocho grados. Leo y Lena siguen abrazadas en el sofá antiguo, forrado con una funda de flores y sobre unas toallas para no manchar, abrazadas y amándose como dos lujuriosas amantes. No hay freno, ni lo necesitan. Siempre hay un más allá, siempre hay una novedad, siempre un descubrimiento, una sorpresa y la llama de su deseo no se apaga y si lo hace durante unos minutos, pronto la brasa se hace lumbre y la lumbre fuego.
- ¿Qué hora es, mi pequeña Lena?
- Las cinco menos cuarto. Es curioso, el tiempo se me pasa más veloz que el expreso de medianoche. Contigo se me hacen minutos las horas y cuando compruebo el reloj no me creo la hora que es.
- Es la hora de las espalderas.
La pequeña Lena se incorpora y con su toalla rosa se limpia el sudor y limpia a su amante. Se acerca a las espalderas y trata de subir hasta el último palo. Juega a colgarse y a abrir las piernas, juega como cuando estudiaba en el instituto y en el gimnasio esperaba a que llegara la profesora. Leo se levanta tan esbelta y señorial en su desnudez como una palmera y coge a su amiga en brazos como si fuera una pluma de ave, la coloca junto a la pared y con unos grilletes la ordena que ponga las manos en el segundo palo más cerca del suelo.
- El trasero lo más elevado posible. Quieta así, los pies separados y bien expuesta, mientras cojo el látigo de siete colas.
- Si, mi amor ¿Me vas a fustigar?
- No. Sólo quiero que sepas que lo tengo y que algún día puede que lo use o que te pida que me des. Ahora he de pintar. Te voy a meter un plátano y pelado, lo tienes que mantener dentro, apretando con tus músculos vaginales para que no se te salga y que de la fuerza que haces, se parta.
- No se yo si sabré hacer eso. Hazlo despacio, mi amor, que sienta cómo entra. Procuraré que no se salga.
- Como se te salga, lo volveré a meter. Mira el calabacín. Pronto te podrá entrar. Tócalo y trata de meterlo en la boca, lame y con la lengua recorres sus laterales imaginando sus posibilidades eróticas para ti o para mi. Mientras pinto permanecerás observando. Para el próximo día que tengamos taller me ayudarás a pintar la base de cada cuadro, observa cómo lo hago. Te entra muy bien, esa es buena señal. Estás mojada. A las cinco y media terminamos por hoy. Vas pintando en vertical y cuando termines le das otra capa en horizontal. Tengo que enseñarte el collar que te tengo pensado ¿Cómo te apellidas, mi pequeña Lena?
- Langreo Rodrigo.
- Hemos tenido suerte. Heredarás mi primer collar, yo me llamo Leonor Lago Restrepo. Nuestras iniciales coinciden. La doble L que está grabada en mi collar coincide con la L de Lena y con la L de Langreo ¿Te das cuenta? No te preocupes por el óleo que consumas, lo que importa es que la base del cuadro quede uniforme y que no se noten las pinceladas. A las cinco y media te vas a casa, te metes en la bañera con agua muy caliente, en el suelo pones una vela encendida en una palmatoria y la sitúas entre el lavabo y el bidet. Te bañas bien enjabonada y duermes un buen rato. Controla el tiempo biológico y te relajas hasta las siete en punto. Haces llamadas o lo que creas conveniente y bajas a la calle a tu perrita a la siete y media. Que haga sus necesidades y la vuelves a subir. Haces toda tu higiene íntima bien hecha y a las ocho en punto estarás de vuelta en mi casa para ayudarme a colocar la comida en la mesa, con mantel blanco, que pondremos en el centro de la Galería de Arte Privada. Cuando estés en la bañera, antes o después, te vendrá un bajonazo y te sentirás morir de asco y rabia. Llorarás como una desconsolada y tendrás dudas en si venir o no venir. Finalmente vendrás.
- Mete el plátano que se me salió. Haré lo que me digas pero no comprendo cómo puedes saber lo que voy a sentir.
- He pasado por ello mil veces, mi pequeña Lena ¿Estás bien?
- Si, mi amor. Me gusta verte con la camisa de tu marido pintando y tu desnudez frontal. Cuando te inclinas y te veo las anillas del sexo, por detrás me entran escalofríos y quisiera ser hombre para penetrarte. Este plátano me está acercando al cielo.
- No puedes llegar. Si notas que viene, lo paras de repente y así hasta la próxima venida, que también detienes. Tengo que llamar a mi marido, a mi suegra, a más amigos y ya veré si a Carla.
- ¿Quién es Carla?
- Carla es la que hubo antes que tu.
- ¿Como es?
- Recién cumplidos los dieciocho, rubia, con el pelo larguísimo, estudia en una Escuela de Arte, es más experta y hermosa que tu. Está pendiente de anillar, aún no sabe si dará el paso y se le agota el tiempo de reflexión ¿Por qué lloras, mi pequeña Lena?
- Por nada, lloro por nada.
- ¿Por qué lloras mi pequeña Lena?
- Me acordé de mi hermano que lo está pasando mal. Mañana quería ir a verle al hospital.
- No sabía que tuvieras un hermano y mucho menos que estuviera enfermo.
- Está en tratamiento psiquiátrico para desintoxicarse de algunas substancias de las que abusó a base de bien, ya me entiendes. Le dio un ataque de nervios y agresividad, quiso pegar a mi padre e intentó quitarse la vida en dos ocasiones. Está mejorando y parece que en cinco o seis meses lo superará ¿Puedes quitarme el plátano? Se me quitaron las ganas y ya no siento.
- Si supieras manejar tu vulva lo podrías expulsar sin las manos. Si quieres puedo acompañarte a ver a tu hermano. Por la mañana Galerias de Arte: la Marlborough, la Ivory Press y la Maphre. Comemos unos bocadillos y vamos a ver a tu hermano en el deportivo ¿Cómo se llama y cuantos años tiene?
- Se llama Honorio y tiene veintinueve años.
- Te soltaré y vendrás a ponerte de rodillas, cerca de mi, mientras termino los matices. No te quiero ver triste. Todo se arreglará ¿Quieres que nos besemos como se besan las nubes, preciosa?
- No, sería como si me dieras a beber vinagre en una esponja atada a una lanza. El látigo de siete colas me pone, algún día lo emplearé a fondo. Me dará mucho gusto.
- ¿Conmigo?
- Si. Contigo, contra ti.

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