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viernes, 30 de octubre de 2009

Tú eres el cielo.

Nadie puede explicar, claramente, las razones exactas por las que los sentimientos se entrecruzan entre si de forma frenética e inusitada. Nadie es capaz de comprender el por qué de las contradicciones que, a veces, nos vuelven completamente irracionales.

La pequeña Lena regresaba a casa abatida, desolada, triste y entre el calor tan insoportablemente pegajoso y el disgusto inexplicable cuando, de repente, sintió cómo se le rompía por dentro lo más tierno de su corazón. Tanto tiempo junto a su nueva amiga, no se sabe si junto a su amante, Leo, la mujer espectacular y Artista, tan fascinada, tan ilusionada, tan hermosamente poseída y como un rayo inesperado, sin saber muy bien por qué, todo se vino a abajo, todo quedó destruido como cuando un volcán derrite las tapias de las casas de los pobres.
Según, la pequeña Lena, subía en el ascensor a su casa, se sintió mal. Físicamente mal. Al abrir la puerta, notó que le venía un vómito y casi de milagro le dio tiempo a llegar a la taza del water y devolver mucho más que la comida tan rica que había digerido. Con lágrimas en los ojos y desesperada, se vació por dentro todo lo que en el estómago llevaba. Era tal la fuerza de su disgusto, que la mente pudo con el cuerpo y se sintió más indispuesta aún y tuvo que hacer de vientre como si pariera el parto de su dolor inexplicable. Una vez terminada su vaciedad física, salió del baño y se dejó caer, casi desmayada, sobre la alfombra del salón.

- Dios mío, estoy enamorada de una mujer ¿Cómo es posible que me haya pasado esto a mi?. Fumaré un cigarrillo y esperaré a ver si me da el sueño ¿Por qué me tuvo que hablar de Carla? No significo nada para ella, no soy nada más que un objeto, una muñeca sin cabeza, un artilugio, una cosa. No se quiere dar cuenta de que la amo, de que es mi amor y que se lo digo cada poco: amor mío esto, amor mío lo otro. Permito que me anille, que me ponga un collar, que tire de mi y de las cadenas con las que me ate, que me penetre con velas, con calabacines, con plátanos, como si fuera con garfios al rojo vivo, pero al menos que me quiera un poco, que no me haga daño hablándome de su Carla y que no me diga que Carla es mucho más hermosa que yo ¿Por qué nunca sentí esto por ningún chico, por ningún hombre, por nadie y lo tengo que sentir por una mujer por muy “maravillosa” que sea? No me bañaré en la bañera con agua ardiendo, ni me volveré a masturbar jamás, ni me volveré a dejar utilizar por semejante persona. No y no. Mil veces no. Estoy sudando como una perra, estoy loca como una perra, estoy cerda como una perra, estoy desesperada como una perra y quisiera ser la más perra de todas la perras y morirme hecha una perra. Dios, cómo la odio, la odio tanto que tengo que conseguir que Carla termine siendo mía y que me compre un arnés con una polla de látex negra como el falo de un negro así de grande y follárlas a las dos, mientras me piden más y más. Mi estrategia será mi estrategia y ellas serán dominadas por mi, aunque sea yo la, aparentemente, dominada.

En la cocina su madre tiene guardadas las velas y la palmatoria de cerámica de Talavera con las que se alumbran, en casa, cuando se apaga la luz y se quedan a oscuras. Las persianas completamente bajadas y todo a oscuras, ardiendo de calor y calentura, porque tiene fiebre de amor, o de muerte. La pequeña Lena prepara las velas y una de ellas la mete en la palmatoria y la enciende. Dentro del baño, coloca las velas cerca de la bañera y la palmatoria encendida entre el lavabo y el bidet. Se desnuda, coloca el móvil, la cajetilla de tabaco y el mechero, y la botella de agua congelada, en una banqueta cerca de la bañera. Se contempla en el espejo y nota que sus pezones van teniendo más aureola y están como hinchadas. Se nota el pubis más alto y nota que se siente algo transformada. Deja correr el agua, lo más caliente posible, echa sales perfumadas y se mete despacio en el agua que le cubre casi entera y es tanto el calor que suda a mares. Cierra los ojos y piensa en Carla. Carla es rubia, con el pelo muy largo y mucho más hermosa que yo. Pronto la tendremos que anillar y hacerla esclava mía Las sombras que la luz de la vela dejan posarse en las teselas azules, el humo de su cigarrillo, y las manos temblorosas... la pequeña Lena quiere llorar, la pequeña Lena, llora y llora emocionada, porque siente que su clítoris está erecto, crecido y parece pedirle a gritos que lo coma ella misma y quisiera ser mujer de goma y comerse a si misma.

- Dios mío, estoy enamorada de una mujer, repite una y otra vez. Se enjabona bien y trata de no pensar. Su pequeña fila de vello en el monte de venus es suave y negro como una losa de carbón de antracita, como un fósil de helecho encontrado en la mina y se dedica a abrillantarlo sin rozar su clítoris, pero lo roza, lo roza con la esponja enjabonada. Cierra los ojos y aspira una bocanada de humo y se deja llevar por pensamientos impuros con hombres, pero le viene a la mente Carla y sigue fumando y lavando, sin lavar, sus labios vaginales y suspira hondo y retrocede y avanza y retrocede y avanza y se dice que eso no puede seguir así y a la vez, se dice que es tan bueno, es tan confortable, es tan... que sigue y se deja llevar por las sensaciones y en ese momento suena el móvil.

- Mi pequeña Lena ¿Estás en la bañera?
- Si.
- ¿De verdad?
- Si.
- Me hace mucha ilusión. Tengo que pedirte un favor muy encarecidamente. Se me terminó el tóner de la impresora y necesito imprimir tres o cuatro folios ¿Podrías darme tu correo y te envío el archivo y me lo imprimes y cuando vengas a la fiesta me lo traes, por favor?
- Claro que si, amor mío. Salgo de la bañera y me conecto enseguida ¿Has llamado a Carla?
- No, no la he llamado.
- Bueno. Me conecto y cuenta con los folios impresos.
- ¿Vendrás, mi pequeña Lena?
- Si, aunque no quiera, quiero.
- ¿Por qué esa voz? ¿Te lo estabas haciendo?
- No. Me estoy reservando para esta noche.
- Tienes la voz que precede al cielo.
- ¿Si?
- Si. Mi pequeña Lena, tú eres el cielo.

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