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martes, 10 de junio de 2008

EL VIAJE DE TRAJE GASTADO

Al viajero no le falta educación y respeto por la gente, más cuando hay niños por medio, así que, sin dudarlo, apagó su cigarrillo, hundió un poco más su sombrero, cruzó sus brazos alrededor del maletín y observaba sin el menor interés. Las muchachas con el niño pequeño, acomodaban su equipaje y trataban de buscar el mejor sitio, dentro del compartimento, dispuestas a pasar todo su viaje en compañía del desconocido al que no quitaban ojo. Le miraban como se mira a una cosa extraña, nueva, como si no hubieran visto a un hombre en su vida. El viajero consciente de ese gesto inquietante, se incorporó y sin separarse de su viejo maletín, salió al pasillo a fumar el cigarro que le habían interrumpido. Su zippo falló tres veces y cuando se disponía a desistir en su intento de fumar, la muchacha más joven, salió hasta el pasillo y con el mechero encendido, ofreció fuego al viajero. Éste, sorprendido, levantó el ala de su sombrero y mirando a los ojos de aquella joven soltó un escueto: “gracias mujer, creo que me he quedado sin gasolina”. El viajero tiene la voz seca, profunda como un misterio, pero dulce como aguardiente arreglada. La muchacha pareció no resignarse y le pidió un cigarrillo. Se apoyaron en el pasamanos del pasillo del tren, que continuaba con su serpenteante avance y traqueteo hacia su destino junto al mar.
- ¿Hasta donde vas?- preguntó la chica.
- Hasta el final.
- Se conoce que te gusta el mar.
- ¿Hay mar donde voy?
- Pues claro, el mar Mediterráneo. El final de este viaje es... y faltan diez horas para llegar.
Se hizo un silencio. Al viajero le gusta hablar pero en aquel momento no.
- Mi hermana y yo acabamos de enterrar a mi padre. Nos avisaron y al llegar nos encontramos con que mi padre estaba gravemente enfermo. Hablé con un médico y me dijo que estuviera tranquila, que se repondría en ocho o diez días. Cuando me quedé sola, hablé con mi padre pero casi ni me oía. Un píe se le salía por entre las sabanas y al tratar de arroparlo, noté, ¡joder! , noté que mi padre tenía el frío de la muerte en los pies y supe, lo supe claramente, te juro que lo supe, mi padre estaba medio muerto. Se murió a la mañana siguiente y ayer, a las cinco en punto de la tarde, enterramos a mi padre, un luchador toda su vida. Ahora, regresamos a nuestra casa de... Mi hermana está más destrozada que yo. Hace seis meses se quedó viuda. Su marido tuvo un accidente inexplicable ¿Me das otro cigarrillo, por favor?
- Claro, pero no llores. No llores mujer. Así es la vida.
El viajero escuchaba a aquella muchacha desconocida y no podía inmutarse, así que bajó el ala del sombrero y abrazó a su maletín, pensativo. El tren hizo un temblor, como si hubiera estornudado.
- ¿Cómo te llamas?
- Elige una letra de la A a la Z.
- La jota; contestó la muchacha.
- Me llamo Jeremy.
... y el humo de sus cigarrillos les envolvía en una nube que derretía la soledad de ambos. Parece ser que llueve en la calle. Los cristales del tren tienen lagrimas pegadas en la cara que roza el viento.

1 comentarios:

Blogger goloviarte ha dicho...

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11 de junio de 2008, 12:21  

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