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jueves, 21 de mayo de 2009

LAS PRENDAS DE MUJER

El andariego está muy contento del éxito que tiene entre los parroquianos y parroquianas del primer pueblo que visita para foguearse en su profesión. De seguir a este ritmo de venta, en dos días termina con sus existencias y tendrá que volver a Benavente para reponer mercancía y aumentar su catálogo de productos.
No cayó en la cuenta de tener a disposición de sus clientas potenciales una cierta variedad de bragas, medias y sujetadores. Dado que las mujeres son las que más le van a comprar, parece ser que su actividad ha de ir dirigida a las mujeres principalmente.
Tal vez, pensaba el andariego viajante, necesite de asesoramiento femenino. En Benavente habrá alguna proveedora que le aconseje en ropa interior y de la otra de uso cotidiano y en cosmética y perfumes.
Es importante tener claro que las que compren bragas o sujetadores no los pueden probar ni cambiar. Una cosa son unos calcetines de trabajo, por poner un ejemplo y otra muy distinta son unas medias de cristal o unas bragas con blonda. Cada cosa es cada cosa.
Cuando iba a tomar nota de estas provisiones y al querer echar mano de su bolígrafo y libreta de notas con pastas de hule negro, se dio cuenta de que se le habían quedado en la chaqueta que le vendió a las hijas del difunto señor Pascual. “Voy rápido no vaya a ser que cierren la caja y ya no haya remedio“.
En aquella casa había tumulto de vecinos y familiares que se disponían a dar el pésame y a velar al fallecido. Como la puerta estaba abierta, entró en busca de las muchachas. El muerto en su féretro, tenía muy buen aspecto con su chaqueta nueva, su camisa y su corbata, eso si, con cara de muerto y las manos cruzadas sobre el pecho. La más joven se percibió de la presencia del viajante y le dio señas para que le siguiera.
- Abel, hemos encontrado en la chaqueta la libreta y el bolígrafo y hemos pensado que te hará falta. Aquí los tienes.
- Muchas gracias mujer. Por un momento pensé que se los llevaba tu padre a la tumba.
- Ha habido suerte y nos dimos cuenta tiempo. Esta noche, sobre las diez, vete por las puertas que dan a la huerta, por allí te guardaremos la bicicleta y tu maletón. Dormirás en la ferretería, que ya hemos pensado en llevarte unas mantas y aunque no sea muy cómodo, una noche se pasa de cualquier manera. A mi padre lo enterramos mañana a mediodía. Cuando haya pasado todo, te acomodaremos en la habitación de mis difuntos ¿Te parece bien Abel?
- Bueno. Si no queda más remedio.
- ¿Cuánto me vais a cobrar?
- No te preocupes del dinero, ya no arreglaremos de la mejor forma, menos que una pensión seguro ¿Vendrás, Abel?
- Vendré.
- Mi hermana se pondrá muy contenta. Dice que no estás mal, pero claro como nos has pillado con el padre muerto...
- ¿Cómo te llamas tu?
- Tina, me llamo Tina. Viene de Agustina.
- Eres muy guapa Agustina. Te acompaño en el sentimiento por la muerte de tu padre.
- Gracias hombre. Era de esperar, le dio una embolia y no hubo forma de llevarle al hospital. Estaba de Dios, supongo. Tendremos que apañarnos mi hermana y yo con el negocio de mi padre y con todo lo que se nos viene encima.
- Tranquila mujer, no llores. Todo se arreglará.
- Mi hermana se llama Lina, que viene de Angelina. No dejes de venir esta noche sobre las diez, por la puerta de la huerta de la calleja que está justo detrás de aquí. No tiene pérdida.
En la calle el andariego pensó que no tenía ninguna necesidad de andar escondiéndose como si fuera un ladrón. “Creo que me voy de este pueblo ahora mismo”.
El andariego no sabe por dónde tirar. El cielo está precioso con esas nubes enrojecidas. Menos mal.

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