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jueves, 16 de julio de 2009

PRAXILA T TEA (VI)

VI
No es posible entender lo que es misterioso, lo enigmático, lo incomprensible. La única certeza de la que estoy segura, es de que no me preocupan las consecuencias de esta situación entre Praxila y yo. No me preocupa que no me haya acordado ni de mis hijos, que son mi vida, ni de mi marido, al que se supone que amo, ni tampoco de Abel con el que me siento atrapada sexualmente y algo más, desde hace tres meses o cuatro.
Me dejo llevar plácidamente y siento de todo menos culpabilidad o preocupación. Me dejo llevar, ya digo, como cáscara de almendra sobre el lecho del río remansado entre las espadañas, donde canta el ruiseñor. Mañana a estas horas todo habrá terminado y no se hable más.

Praxila me explica las razones por las que no debo ducharme tanto. Según ella el agua, tanta agua, modifica el PH de mi piel. Lo que ella dice para mi es ley, por lo que sólo me lavo un poco la cara, las axilas y mis partes íntimas. Ella hace lo mismo y me deja prestados sus pantalones de corte, beige, que resultan un poco largos pero que recojo para no pisarlos.

En poco tiempo bajamos a la calle. En el ascensor nos damos tres picos y un morreo profundo y hacemos un pacto sin palabras: en la calle, ante los demás, no nos mostraremos cariñosas con nosotras mismas.
Son las seis y seis minutos. Madrid, en la calle Preciados, arde de fuego que es el calor y bochorno. Arde de gente de todos los colores y extracciones, arde de belleza y de realidad. Madrid es un hervidero y un día como hoy , quince de julio, mucho más.
En un Zara compramos un vestido y unos zapatos sandalia de medio tacón para mi. Praxila dice que estoy preciosa, que no use sujetador, que no lo necesito. Los tirantes de mi vestido nuevo, el escote generoso y el vuelo evasé, la textura muy cercana a la seda, el color verde pistacho con hojas y tallos de bambú de un verde vegetal y los zapatos sandalia me dan aire de mujer más joven y elegante. Como estamos en rebajas, no es caro y así puedo dejar de usar los pantalones de mi amor, o lo que sea.
En el probador me miraba una y otra vez al espejo porque soy bastante indecisa, cuando entró Praxila y al oído susurró: “compra dos bragas pero no te pongas ninguna“. La miré para negarme, para abrir la boca y decir que ni hablar, que yo sin bragas no iba, pero lo que dije fue que ya lo había pensado, qué por qué adivinaba mis pensamientos.
En otra tienda compré una buena cámara digital de la marca Canon, con muchas prestaciones y por supuesto, con un buen flash incorporado. Estaba gastando más de lo previsto pero no me importaba porque sabía que era buena inversión, tanto por el vestido, que me vendría bien para otras muchas ocasiones, como por la cámara fotográfica. Me servirá para tirar cientos de fotos, malo será que de entre todas pueda conseguir tres o cuatro con la calidad que busco según mi instinto de aprendiz.
Praxila compró, en una tienda de ropa y complementos de la cadena china Mulaya, un collar de cuentas ovaladas, simulando el tacto de la perlas, como huevos de perdiz, del mismo color rojo que mis zapatos y me lo regaló.
- ¿Qué te puedo regalar yo, Praxila?
- ¿Te parece poco lo que me das? Me das la vida, que lo sepas.
En el hotel aprovechamos para darnos el último retoque y hacer pis. Poco después bajábamos a la calle. En el ascensor, que se había convertido en nuestro refugio de amor, nos comimos la boca con mucha dulzura y pasión. Faltó poco para que me viniera. Sus dedos son mágicos ¿o es su lengua?
A las siete en punto entramos en la cafetería de El Círculo de Bellas Artes. Ahí ya no pude por menos y antes de admirar la belleza de tan emblemático lugar, fui al baño. Con papel higiénico me limpié la vulva y cogí unos metros repartidos en cuatro o cinco partes para tenerlos preparados por si los necesitaba. No quería correr el riesgo de que por mis piernas se celebrara un desfile de gotas que bajan.
Era buena hora para llamar a Abel.
- Hola, ¿estás bien? ¿Se te pasó el dolor de cabeza? La tengo. Rubia natural, pelo largo y ondulado, uno setenta, delgada, vagina grande, 90 de pecho, pezones como nos gustan a ti y a mi. Va de lista pero la soporto hasta ver si te la consigo sin que lo perciba. Cuídate mi amor y convéncete, si lo deseas lo tendrás. Te dejo, no quiero que me pille.
¿Me volveré loca de tanto ardor? Mi fuente es fiel reflejo de mis sentimientos o, tal vez, mis sentimientos se reflejan en mi fuente.

Al salir del baño, en el espejo se reflejó una desconocida. Era yo.

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