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martes, 29 de septiembre de 2009

EMPIEZA EL OTOÑO

Está empezando el otoño y ha sido un día gris.
Hoy, mi señor, no brillaban los guijarros del río,
era mi día libre y pude pasear por el sendero
contemplando el fluir de las hojas en el agua.
No había frío en el aire pero se me helaba el alma.

Si supiera usted lo que se siente cuando se está así,
si lo supiera amor mío, vendría como el rayo
a raptarme en blanco corcel y me llevaría volando.
Pero así ha de ser puesto que escrito aparece
en la palma de mi mano temblorosa y vacía.

Duele esta herida tan profunda e infectada,
pero merma el dolor y escuece un ápice menos.
Es el significado oculto de mi ácida pena,
el tiempo cicatriza mis llagas sin usted
y pronto la postilla será costra que desaparece.

Nada. Usted se convertirá en la huella leve
de un recuerdo tan lejano como el Fuyi,
que ahora contemplo en el horizonte,
donde nace el sol y los nidales de vida.
Hace daño decirle que se desvanece.

El tiempo parece que tiene prisa como una nube
y ayer quedé vacía de lágrimas y de usted.
Al volver a casa, un hombre de traje y bigote
me empujó al callejón y consentí complacida.
Al beberle miré al cielo y tragué el pasado.

En el tatami me explayé con la pluma de ave
y me dejé meter el huevo cocido que mantuve
durante largo rato sintiendo hasta el grito.
Larios, mi aprendiz favorita, me besaba los dedos
y suspiré su nombre, mi señor, sin pasión.

El pasado empezó con el odio
y la determinación de pasar página
y olvidarle sin rencor ni reproche.
Se ha convertido, mi señor, en nada
y le prometo a usted que me duele. TODO.

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