Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

lunes, 28 de diciembre de 2009

IV Mi vida solo tiene un sentido: Él.

Ante el espejo noté la mala cara y la cabeza acorchada como alcornoque. Mis ojos turbios, mis manos temblorosas, mi boca como lija y mi conciencia como estropajo. Me sentía fatal pero con la ducha y después de estar sentada en el baño, reflexionando, ¿una hora?, saqué fuerzas de flaqueza y salí al Banco para hacer gestiones y de paso, buscarle.
No había ni rastro del desconocido señor Armando. Entré en el supermercado a comprar algo prescindible. No lo pude evitar y compré dos botellas de ron Bacardí y dos de coca cola. De alguna manera estoy predestinada a ser alcohólica y no me entristece. Con la cesta casi vacía de lo absolutamente necesario, me puse a la cola. Mientras pensaba, in crescendo, en el desconocido, me di cuenta de que justo al lado estaba la señora que había visto hablando con Él, en la avenida, hace unos días. Tuve dudas hasta justo pagar en la caja. Impulso que a mi misma me sorprende:
- Perdone que me dirija a usted pero es que le vi que el otro día hablaba con un señor de abrigo gris marengo, que parece que vive en la calle. Quería preguntarle si sabe dónde está.
- No te preocupes guapa ¿Eres su hija?
- No, qué va. Es que me pidió tabaco y como no fumo le compré un paquete en el bar y hoy le he traído otro, pero no le encuentro.
- Bueno, ese señor no se deja ayudar, también he mirado por si estaba por aquí, como los últimos días. Perdona pero estas bolsas pesan lo suyo. Sube conmigo a casa y te invito a tomar un café ¿Quieres?
- No quiero molestar, señora.
- Insisto, sube, que no molestas. Si molestaras no te invitaría.
En el ascensor me fijé, por encima, en la mujer tan amable. Aparenta cuarenta y algo. De peluquería y bien vestida, con cierto aire elegante y distinguido y sobre todo, con mucho arte.
Dejó sus bolsas en la cocina y sacó los congelados y el pescado para guardarlo dentro del frigorífico. Se disponía a hacer café cuando le dije que no lo hiciera por mi, que solo tomo coca cola.
En el salón ella tomaba cerveza sin alcohol y yo mi coca cola. En medio de la mesita de centro puso una bandejita con dulces de Navidad y un pequeño boll de cerámica china, decorada con preciosas florecillas azules y muchas aceitunas rellenas.
- Soy viuda, mi marido, militar de alta graduación, murió de accidente en un campo de tiro. Tengo buena pensión y me puedo permitir no trabajar. Este piso se me hace grande, imagina, ciento veinte metros para mi sola y pensé en alquilar una habitación a una estudiante o algo parecido. Al ver a este señor tan triste y desconcertado, se me ocurrió ofrecerle la habitación. Subió a verla y aproveché para plancharle el traje, que lo llevaba, el hombre, todo arrugado. Le dije que no se preocupara por el dinero, que ya me pagaría cuando tuviera. Dijo que lo pensaría, que tal vez si.
- ¿Le contó alguna cosa?
- ¿Por qué te interesa?
- Por caridad, supongo. He visto a muchas personas que viven en la calle y siempre he sentido pena por no poder ayudarles. Una vez un chico, joven y desastrado, me pidió dinero y yo le compré un bocadillo. Se lo di y al darme la vuelta, lo tiró en una papelera. Así que no he vuelto ha hacer nada por nadie. Sin embargo este señor me ha parecido tan vulnerable, tan delicado, y en estas fechas... el caso es que le compré tabaco. Eso es todo, señora.
- Me llamo Patrocinio, pero todos me llaman Patro. No te preocupes por él, seguro que ha vuelto a su pueblo o tal vez esté por el Retiro o en la Estación de Atocha, vete a saber. Me contaba con mucha pena, que en la pensión sólo puede estar de once de la noche a ocho de la mañana. Por lo visto los dueños alquilan la habitación por horas, durante el día a parejas que van a hacerlo, ya sabes. Así que se levanta pronto, sale y no vuelve hasta las once de la noche. Eso es lo que me contó ¿Quieres comer conmigo? Te invito y hablamos que nos vendrá bien a las dos. Tengo media pierna de cordero hecha, solo es calentarla y ya está.
- Patro, no me tiente.
- Te tiento. Quédate y te contaré algunos detalles. Ponte cómoda mientras me quito la ropa.
No me lo puedo creer, estoy en casa de una desconocida y me quedo a comer con ella como si la conociera de siempre. Debo estar loca, pero creo que me pude ayudar a encontrarle. Mi vida sólo tiene un sentido: Él, aunque me duela, aunque me sangre la necesidad que tengo de verlo, solamente verlo, aunque solamente eso sea.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio