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sábado, 5 de mayo de 2007

BLUES PARA EL OTOÑO

BLUES PARA EL OTOÑO

El tupido maraño de hojas secas y ocres que aplastaban mis pasos, al acercarme a tu casa, crujía para avisarme del presagio. El otoño parece estar hecho para la nostalgia y para confeccionar los preparativos del cruel invierno, que es la muerte.
Los caminos por los que paseo y las aceras que transito, me provocan, como si fueran los culpables, la desazón e incertidumbre que me corroe desde que supe de ti. Encontrarte al día siguiente ya era una gran sorpresa empapelada en celofán de color esperanza, y señal de victoria.
La noticia de tu alejamiento no tenía fecha fija, pero los dos sabíamos que cualquier día sería el último.
“Hoy no se fía, mañana sí”, decían los carteles de la tienda de la sal y el azúcar de cuando mi madre era joven y yo un niño. Nunca le vi la gracia al cartel. Ese era el lema que, inconsciente, lucías entre tus pechos, o entre los enredados bucles de tu pelo azabache. A nada que me acercaba en busca de los besos y los suspiros, aparecía en el brillo de tus ojos el reflejo del neón con el mensaje de la infancia, con letras encarnadas: “Hoy te quiero, mañana no”.
Es otoño y el plazo ha vencido. Menos mal que es tiempo de vendimia. El vino no será consuelo, pero aliviará el dolor de las noches de sábanas heladas como témpanos y solas como silencios.
Tengo que recoger las nueces y las almendras. Escucharé la mejor música y leeré a los grandes poetas. Dibujaré al carboncillo el recuerdo que me queda de tu cuerpo desnudo sobre el lecho de las grandes batallas de los cuerpos y de los sentidos. Hay que abrigarse y partir leña con el hacha de la rabia. Llega la hora de los nuevos propósitos para asegurar el pan y la sal para el Invierno, más extremo y doloroso que nunca. Época de asomarse al cristal de la ventana, mirar a los crisantemos del jardín y de estar triste dando tiempo a que llegue la hora de la cal viva en mi rostro.
Bendita sea la tristeza que me hace sentir que te quiero. Amándote soy capaz... hasta de bailar un blues con la bailarina sombra que se refleja en la pared por la tenue luz de la lumbre. Tócala otra vez, Eric Clapton, brindaré por Ingrid, la única que no me abandona.

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