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viernes, 13 de junio de 2008

EL VIAJERO DE TRAJE GASTADO (IV)

El viajero se siente confortado ante la presencia de su vecinas y el niño. Comprueba, una vez más, que cualquier detalle de la vida, por insignificante que parezca, puede cambiar radicalmente la vida de una persona y él está perceptivo a todo lo que venga y le resulte enriquecedor. Partir de cero es sentirse vacío y lo que está vacío tiene posibilidades de llenarse de nuevo. Recolectar sensaciones y vivencias positivas para cargar de energía su actitud mental, que siempre es difícil de mantener. El viajero es consciente de la lucha, de que la cotidianidad resulta agresiva, la convivencia, aunque sea indirecta, puede resultar conflictiva. Pero... ante él, en unos pocos metros cuadrados de un compartimento de tren, se manifiesta la hermosura de dos mujeres, hermanas y distintas y un niño que crece hacía un horizonte que, con toda seguridad, será mucho mejor. La mujer guarda su seno y el niño, satisfecho, se queda dormido como si fuera un angelito de Murillo. La camiseta de la mujer muestra dos manchas húmedas justo donde sus pezones rezuman leche materna. Se limpia con un pañuelo los pezones mojados y comenta a su hermana que va a tener que sacarse leche cuando llegue a casa. El viajero no pierde detalle y nota cómo la hermana pequeña le mira intensamente. El espejo que hace el cristal del tren ante la oscuridad de la noche y las gotas de agua pegadas al exterior, reflejan su imagen más confortada, más agradable y serena. La procesión la lleva por dentro, pero eso nadie lo sabe. El niño duerme y le pone, su madre, tendido sobre el asiento que queda libre junto al viajero. Lo tapa con una pequeña mantita y por primera vez mira a los ojos del viajero. Se cruzan una mirada indulgente y cálida. La pequeña dice que bajará en la próxima estación a comprar una botella de vino para acompañar a su bocadillos cuando llegue la hora de cenar. El viajero necesita fumar. Sale al pasillo e intenta encender su pitillo. El zippo sigue fallando y la joven le ofrece fuego.
- Te gustan las tetas de mi hermana. Dijo con sonrisa cómplice.
- No es eso, mujer. Ver amamantar a un niño me parece una imagen llena de ternura y nunca hay que desaprovechar lo maravilloso que nos ofrece la vida.
- Como yo las tengo tan pequeñas, ni te fijas en mi. No te interesa como me llamo.
- ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Usuri, es un nombre vasco que significa blanca, pero ya ves que soy muy morena, mi piel es así de morena todo el año, aunque en verano me pongo algo más negra, si me vieras que morena soy por dentro...
Usuri y el viajero fuman apoyados en el pasamanos del pasillo del tren y piensan, cada uno por su lado, que aún quedan ocho horas de compartir viaje. El viajero es alto, comparado con la joven. Su traje está desgastado de tanto usarlo cuando era agente de seguros. Siempre cuidó de su aspecto desaliñado, pero limpio, y sabe que nunca será un hombre elegante. Nota que el pantalón vaquero de la chica roza su muslo y siente que le hierve el deseo.
- Usuri, ¿sabes una cosa? Me encanta el cine.
- Jeremy, ¿sabes una cosa? Tenemos mucho en común y eso que no te conozco. Sé que me va a doler que se termine este viaje.
El tren sigue su camino y el viajero evita suspirar. Recuerda a su mujer asesinada, pero no quiere.

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