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domingo, 15 de junio de 2008

EL VIAJERO DEL TRAJE GASTADO (VI)

El viajero se siente atraído por la vorágine de las circunstancias. Si tuviera dinero, si fuera más libre, es posible que atajaría el aluvión de acontecimientos, que dejaría el tren en la próxima estación, o simplemente, cambiaría a otro vagón. Pero las cosas son así, surgen y nadie sabe si es mejor dejarse llevar, como tronco que arrastra el agua del río, o si será preferible ir en contra de la corriente del devenir de los hechos. Se quita la chaqueta del traje gastado y nota que ha perdido uno de los botones, no le da importancia, al fin y al cabo, el traje está muy gastado y en cuanto pueda, comprará otro y éste lo tira. Ya dio de si lo que tenía que dar, se quita la corbata, ya vieja, y desabotona un poco la camisa. Trata de acomodarse para dormir un poco.
Las muchachas preparan su cena aprovechando que el niño aún duerme plácidamente. Ponen un periódico, a modo de mantel entre las dos, y sacan unos bocadillos del bolso de mano. Abren la botella de vino y le ofrecen al viajero.
- Toma, come medio bocadillo del mío. Dijo Usuri.
- No gracias, no tengo hambre.
- No seas tan prudente. Toma la mitad del mío y bebe con nosotras. A ver si nos animamos un poco- dijo la mayor.
El viajero accede y disfruta del bocadillo de cada una. Beben a morro de la botella y se la pasan de uno a otro. La hermana mayor dice que se llama Ámbar y que su madre murió cuando tenía año y medio. Su padre se volvió a casar con otra mujer y de ella nació Usuri. Se llevan ocho años y curiosamente, la madre de Usuri murió al año y medio de nacer la niña. Su padre era profesor de piano en el Conservatorio, daba clases particulares y una de sus alumnas preferidas, muchísimo más joven, vivió con él hasta su muerte. De sus esposas consiguió una gran fortuna en locales y pisos en la capital y en la costa. El vino les vuelve locuaces y alguna lágrima, entre risas, derramaron. El niño se despertó y su madre, ni corta ni perezosa, se quitó la camiseta y dio los pechos a su hijo mientras seguían con la conversación. “Este niño cada día me chupa más fuerte y me hace sentir sensaciones que no se pueden explicar”. Cuando se acabó el vino, Usuri comentó que sentía ganas de emborracharse. Los pezones de Ámbar brillaban y dejaban caer gotas de leche que se limpiaba con un dedo y luego lo chupaba, diciendo que su leche está riquísima. El viajero no dejaba de pensar en un detalle que sólo él sabía. A su mujer la asesinaron justo al año y medio de haberse casado y le acusaron a él. La compañía de seguros, Monopol Life, argumentó que lo había hecho por cobrar el seguro de vida de su esposa. Usuri decía, como leyendo el pensamiento del viajero, que siempre pensó que su padre había asesinado a sus esposas para quedarse con su fortuna. Estudia Derecho y Criminología y por lo que ha investigado, su padre era inocente, pero siempre corroe la sombra de la duda.
El viajero piensa demasiado y se atormenta pero... aún queda noche. La noche de los tiempos convulsos, o sea, la noche del viajero que es un extraño y que desaparecerá sin dejar rastro, ni una simple huella. Ha dejado de llover y las estrellas asoman entre nubes grises. El cielo parece un pañuelo de lunares y los ojos del viajero se han vuelto brillantes como el fuego que arde en su corazón.

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