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martes, 17 de junio de 2008

EL VIAJERO DEL TRAJE GASTADO (VIII)

El viajero está cansado de tanto tren, tanta noche, tanta lluvia, tanta penumbra y tanta duda y contradicción. Las vecinas y el niño, parecen formar parte de la familia que nunca tuvo o que ya perdió. Hablan de una próxima parada de quince minutos. Parece ser que esa ciudad, que se aproxima, es celebre por sus cuchillos y navajas. Si tuviera dinero para gastar, compraría una buena navaja, de corte de acero y cachas de nácar y hueso. Nunca se sabe. Una navaja acompaña y es útil para mil cosas, autodefensa y ataque, por ejemplo, si se presenta el caso. Ámbar se deshace en agradecimientos y en lágrimas de reconocimiento hacia el viajero.
- ¿Quién eres en realidad?
- Un simple viajero, eso es lo que soy.
- Te debo la vida de mi hijo. Eso no se paga con dinero. Dime de qué forma puedo ayudarte y te ayudaré. Si necesitas dinero u otra cosa, sea lo que sea y que esté en mi mano, te lo daré.
- No me debes nada, mujer, no me debes nada.
Usuri lee su revista de cine y no pierde detalle, ni de la conversación ni de cómo es el viajero. Le mira como si quisiera memorizarlo, como se memoriza un fotograma de la película preferida. Usuri... mira con los ojos encendidos y parece enviar mensajes invisibles que reclaman deseo, fuego, lujuria encendida de pasión.
El viajero ve pasar a la señora mayor, la misma que había pasado cuando se puso los apellidos, parece no tocar con los pies en el suelo, con sus cabellos blancos y largos, su ropaje antiguo, su perfil de faraona egipcia, su... fugaz paso por el pasillo... parece indicar presagios. “Si vuelve antes de que pare el tren, bajo a comprar una navaja”.
Ámbar se sienta al lado del viajero y premeditadamente apoya la cabeza en su hombro y le pide permiso para hablar de su vida:
- Mi padre tenía un amigo y socio que vivía en la costa. Eran dueños de una librería muy afamada en la ciudad. Una tarde, un agente de seguros les ofreció un seguro de vida. Mi padre y su amigo llegaron al acuerdo de contratar un seguro importante para cada uno, figurando como beneficiario el otro. Era una forma de garantizar la supervivencia de la librería en el caso de que uno de los dos falleciera por accidente o enfermedad. Por mediación de mi padre, mi hermana y yo entramos a trabajar en la librería. Hace unos años falleció el socio de mi padre y quedamos nosotras al cargo de todo, en calidad de propietarias.
Teníamos el proyecto de abrir otras tres librerías en cada una las ciudades de Levante, proyecto en el trabajaba mi marido cuando murió en accidente. Tenemos los locales comprados y sólo falta buscar a las personas adecuadas y ponerlo en marcha en cuanto antes. Tu podrías encargarte de ese proyecto. Te daremos casa, te daremos trabajo, te daremos lo que quieras, para que no te falte de nada el resto de tu vida.
La señora del pelo blanco, con perfil de Nefertiti, ha pasado como si flotara.
- Voy a bajar a estirar las piernas. Quietas aquí, no tardaré nada.
Navaja de nácar y hueso, larga y con filo de acero curvado, como las de los bandoleros andaluces, pero algo más pequeña.
Nadie sabe lo que me duele tener que hacer esto... Nefertiti me lo manda.

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