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viernes, 16 de octubre de 2009

Aún nos queda noche.

La noche nos hace esclavos de las sombras y la luna nos influye para que dejemos sueltas las riendas que nos sujetan a la realidad. La noche es nuestra cómplice, nuestra mejor compañera y aliada, para dejarnos llevar por los sueños y por las fantasías y muchas veces al despertar tenemos dudas sobre si lo vivido fue real o soñado y algunas veces lo soñado es tan real que cuando tocamos la sábana nos damos cuenta de que algo real ha sucedido. Algo pasó para que la sábana esté húmeda, mojada, y que por dentro sintamos calor, mucho calor, ardor y que estemos al borde del deseo y es entonces cuando, despiertos, sentimos que estamos vivos.
Algo parecido debió pensar la pequeña Lena cuando se despertó y notó la sábana mojada de sudor y de otras cosas. El pelo empapado, el cuerpo brillante de sudor y la almohada por los suelos. Mirar al techo y darse cuenta de que es una cama nueva, de que es una cama extraña y se pregunta qué hace allí y sola. Su reloj Viceroy plateado, marca las cinco menos cuarto de la mañana y trata de recordarlo todo, de revivirlo todo. Su muslo, su rodilla, están suaves y nota que en su cuello ha pasado algo. No puede evitar meter un dedo en su sexo dolorido y auscultarse. Está muy espeso y lo prueba. Mi esencia de mujer es muy dulce y aún está caliente. Buscaré a mi amor y no pararé hasta que me vuelva a pertenecer y le pediré que me deje ser su niña de nuevo.
En el ático no hay nadie. Se asoma a la barandilla y observa el cielo y la luna y las estrellas y se estremece ante tanta hermosura y extiende la mano como si quisiera tocar el cielo. La pequeña Lena se siente aún más pequeña y quisiera poder tener alas y dejarse caer desde aquella altura y volar y volar y no volver nunca, pero prefiere la realidad y sigue buscando. Baja en silencio, despacio, como para no meter ruido y en el medio de la Galería de Arte de su amiga, de su amor, si se puede decir así, está Leo. Leo tiene un block de dibujo en la mano y con una pintura roja de Alpino está dibujando algo. Leo está desnuda, solo vestida con la camisa vieja y holgada de su marido y Lena se arrodilla a su espalda y la abraza por detrás y la besa en la nuca y en el cuello y mira que el dibujo es un corazón muy grande, casi un corazón infantil y rojo y dentro del corazón una frase, un verso que es un poema. Pero la frase está en inglés y no pude traducirla completamente: “Se te olvidó besarme en el alma”.
- ¿Dice eso amor mío?
- Si, lo dice. Pero no me llames amor mío.
- Es precioso, cariño.
- Me alegro de que te guste, pero no me llames cariño.
- Me pones triste amor. No me digas que no te llame lo que siento.
- No sientes nada. No tienes que sentir nada, limítate a estar aquí viéndome. Con eso tendrás que conformarte ¿Quieres sentarte delante de mi para que te vea?
- Si, quiero.
- No me beses ni me comas los pezones. Solamente mira cómo trabajo y abrázate a mi y respira al oído mío y de vez en cuando, metes tu lengua lo más adentro que puedas y cuando te canses de ese oído pasas al otro y mordisqueas mis lóbulos y lames mi cuello. Cuando termine este boceto te cogeré en brazos y te llevaré hasta el rincón y allí te sodomizaré con los dedos y la lengua mientras tu mamas de mis pezones y metes en mi toda tu mano y cuando cuentes hasta sesenta y nueve nos vendrá a la vez ¿Quieres?
-Si.
- Pues ven y espera. Este corazón será de color rojo. Mandaré hacerlo de neón en tubo de cinco milímetros y las palabras, en español, formarán otro corazón interno en tubo de neón de dos y medio milímetros. Enmarcado en un panel verde con el marco del XVIII.
- Te quedará un cuadro precioso, mi querida Leo.
- Dedícate a trabajarme con tu lengua y con tus dedos en mi. Aún nos queda noche ¿Quieres?
- Si. Me volverás loca, pero si.

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