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viernes, 2 de octubre de 2009

LEO Y LENA O EL ARTE DE AMAR EL ARTE

Los días van siendo más cortos y cuando las dos nuevas amigas, recientes como pan sacado del horno, regresaban con sus perros cogidos de la correa, hablaban tan animadamente que daba envidia verlas tan compenetradas, tan unidas.
Cuando yo, sentado en mi banco solitario, las veía perderse en su caminar hacia la salida del Retiro, sentí por millonésima vez, el dolor que me produce el comprobar que todos tienen compañía, con quién abrazarse, con quién besarse, con quién tener una bonita conversación y casi siempre, cuando regreso a casa me embarga un sentimiento de tristeza y soledad de tal magnitud, que me prometo, cada día, no volver al parque, que tanto me gusta por el sonido de los pájaros, por los árboles y sobre todo por la gente, por la diversidad y por las sugerencias que cada detalle observado con minuciosidad me inspira.
Al día siguiente vuelvo y vivo nuevas experiencias y esta que voy a contar es la que viví en referencia a las amigas con perro:
Sobre el cemento de las aceras del Retiro ya hay hojas secas que consiguen que no nos olvidemos, ni por un momento, de que el tiempo pasa y de que pronto llegará el otoño.
- Me gusta este calor aunque sea pegajoso, me gusta ir tan ligera. Siempre deberíamos andar en sandalias y en chancletas, siempre así, como ahora. Si pudiera, cuando empiece aquí el frío, me iría a un país tropical, a Brasil, a Panamá, a Nicaragua, a cualquier sitio donde pueda ir ligera de equipaje y de ropa. Me enardece los sentidos, me excita, este calor bochornoso, porque en la desnudez está la esencia del Arte.
- Leo, hablas tan bien que me siento muy a gusto contigo y eso que nos conocimos ayer. Subo a casa, dejo a la perra en su sitio y bajo enseguida.
- Vale cielo, te espero sentada en este banco ¿Has visto ese coche con las lunas ahumadas?
- Si ¿Por qué?
- En ese coche hay tres hombres y una chica. Cuando sea de noche se adentran en el Retiro. Date prisa en bajar, me da miedo.
Elena dejó a su perrita prestada, comida y agua en abundancia, en su cesta - cuna. Salió de casa no sin antes darse un toque de perfume y una peinadita. En el espejo se notó hermosa, con sus ojos negros como moras bien brillantes, porque su amiga le daba la esperanza de una aventura. Una aventura siempre es más interesante que pasar una hora o dos aburrida en un chat, o con el pesado de Abel, o con cualquier otro, en el messenger, o viendo la tele sin verla.
Cuando las amigas llegaron a la casa de Leonor ya era casi de noche. Elena miró al cielo y notó que la luna estaba pálida y que una nubecilla se acercaba para ponerle como un peinado lleno de extensiones negras. Pobre luna, hasta las nubes la quieren hacer sombra, pensó.
En el ascensor se vieron en el espejo y el perro, tan horrible como un pecado en una iglesia, entre ellas, estropeaba la imagen de belleza de las dos mujeres. Leonor se dio cuenta y dijo que nada más llegar al noveno, donde vivía, dejaba al perro en su cajón de madera con sus huesos y sus juguetes de morder y lo olvidaba hasta mañana.
- Esta casa es doble, aquí vivían mis padres y justo pocos meses antes de casarnos, Pedro y yo, pusieron a la venta el piso de al lado. Aprovechamos y como eran amigos nos hicieron buen precio y lo compramos, aunque en realidad fueron mis padres los que pusieron casi todo el dinero. Hicimos una reforma en condiciones de los dos y ahora es un dúplex fabuloso. A la derecha la vivienda y a la izquierda el estudio biblioteca donde trabajamos.
El perro, de cuyo nombre no quiero acordarme, entró como desesperado haciendo caso omiso de su dueña. Las dos amigas ya están dentro de la casa.
- Deberíamos inventarnos a nosotras mismas para ser nosotras solas. Es decir, crearnos a partir de este momento. Empezaremos por el nombre... serás Lena y yo seré Leo ¿Te gustaría llamarte Lena?
- Como viene de ti, me gusta. Lena suena bien.
Dentro de la casa pueden ocurrir muchas cosas. A Lena le sorprendió aquel lujoso espacio. Una macheta de cortar carne rompía la estética ¿Qué hace una macheta ensangrentada junto a un caballete con un cuadro sin terminar?
Los días van siendo más cortos y cuando las dos nuevas amigas, recientes como pan sacado del horno, regresaban con sus perros cogidos de la correa, hablaban tan animadamente que daba envidia verlas tan compenetradas, tan unidas.
Cuando yo, sentado en mi banco solitario, las veía perderse en su caminar hacia la salida del Retiro, sentí por millonésima vez, el dolor que me produce el comprobar que todos tienen compañía, con quién abrazarse, con quién besarse, con quién tener una bonita conversación y casi siempre, cuando regreso a casa me embarga un sentimiento de tristeza y soledad de tal magnitud, que me prometo, cada día, no volver al parque, que tanto me gusta por el sonido de los pájaros, por los árboles y sobre todo por la gente, por la diversidad y por las sugerencias que cada detalle observado con minuciosidad me inspira.
Al día siguiente vuelvo y vivo nuevas experiencias y esta que voy a contar es la que viví en referencia a las amigas con perro:
Sobre el cemento de las aceras del Retiro ya hay hojas secas que consiguen que no nos olvidemos, ni por un momento, de que el tiempo pasa y de que pronto llegará el otoño.
- Me gusta este calor aunque sea pegajoso, me gusta ir tan ligera. Siempre deberíamos andar en sandalias y en chancletas, siempre así, como ahora. Si pudiera, cuando empiece aquí el frío, me iría a un país tropical, a Brasil, a Panamá, a Nicaragua, a cualquier sitio donde pueda ir ligera de equipaje y de ropa. Me enardece los sentidos, me excita, este calor bochornoso, porque en la desnudez está la esencia del Arte.
- Leo, hablas tan bien que me siento muy a gusto contigo y eso que nos conocimos ayer. Subo a casa, dejo a la perra en su sitio y bajo enseguida.
- Vale cielo, te espero sentada en este banco ¿Has visto ese coche con las lunas ahumadas?
- Si ¿Por qué?
- En ese coche hay tres hombres y una chica. Cuando sea de noche se adentran en el Retiro. Date prisa en bajar, me da miedo.
Elena dejó a su perrita prestada, comida y agua en abundancia, en su cesta - cuna. Salió de casa no sin antes darse un toque de perfume y una peinadita. En el espejo se notó hermosa, con sus ojos negros como moras bien brillantes, porque su amiga le daba la esperanza de una aventura. Una aventura siempre es más interesante que pasar una hora o dos aburrida en un chat, o con el pesado de Abel, o con cualquier otro, en el messenger, o viendo la tele sin verla.
Cuando las amigas llegaron a la casa de Leonor ya era casi de noche. Elena miró al cielo y notó que la luna estaba pálida y que una nubecilla se acercaba para ponerle como un peinado lleno de extensiones negras. Pobre luna, hasta las nubes la quieren hacer sombra, pensó.
En el ascensor se vieron en el espejo y el perro, tan horrible como un pecado en una iglesia, entre ellas, estropeaba la imagen de belleza de las dos mujeres. Leonor se dio cuenta y dijo que nada más llegar al noveno, donde vivía, dejaba al perro en su cajón de madera con sus huesos y sus juguetes de morder y lo olvidaba hasta mañana.
- Esta casa es doble, aquí vivían mis padres y justo pocos meses antes de casarnos, Pedro y yo, pusieron a la venta el piso de al lado. Aprovechamos y como eran amigos nos hicieron buen precio y lo compramos, aunque en realidad fueron mis padres los que pusieron casi todo el dinero. Hicimos una reforma en condiciones de los dos y ahora es un dúplex fabuloso. A la derecha la vivienda y a la izquierda el estudio biblioteca donde trabajamos.
El perro, de cuyo nombre no quiero acordarme, entró como desesperado haciendo caso omiso de su dueña. Las dos amigas ya están dentro de la casa.
- Deberíamos inventarnos a nosotras mismas para ser nosotras solas. Es decir, crearnos a partir de este momento. Empezaremos por el nombre... serás Lena y yo seré Leo ¿Te gustaría llamarte Lena?
- Como viene de ti, me gusta. Lena suena bien.
Dentro de la casa pueden ocurrir muchas cosas. A Lena le sorprendió aquel lujoso espacio. Una macheta de cortar carne rompía la estética ¿Qué hace una macheta ensangrentada junto a un caballete con un cuadro sin terminar?

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