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viernes, 27 de noviembre de 2009

EL BUSCADOR DE TRABAJO

Al caserío de un hacendado terrateniente llegó un hombre pidiendo trabajo.
- Le puedo servir como albañil, como carpintero, como pastor, como tractorista... Se hacer un poco de todo.
- No necesito a nadie. -dijo, con tono áspero, el dueño de la casa.
- Está bien, señor. Regresaré al pueblo y preguntaré en la casa de enfrente, la que está del otro lado del río.
- No te molestes, la casa de enfrente es de mi hermano y ese no tiene donde caerse muerto.
- Preguntaré de todos modos, tal vez me de trabajo aunque no me pague.
- Solo porque no trabajes para mi hermano, te contrato. Mañana iremos a la ciudad y compraremos alambre de espinos y maderas para cercar mi propiedad y separar claramente lo mío de lo de mi hermano. No quiero que sus ovejas crucen el río y entren a comer en mis praderas.
Al día siguiente, en la ciudad, compraron los materiales y el amo le dijo a su empleado: “Aquél que cruza la calle es mi hermano, pero no nos hablamos desde hace tiempo. Al repartir la herencia quería la mitad de todas las cosas y yo como soy el mayor tengo derecho a elegir, así que le tocó donde empieza lo malo del terreno. Se quería quedar en la casa y tampoco podía porque, como soy el mayor, tengo derecho a la casa de mis padres. Él se hizo una nueva que nunca termina, porque es un holgazán y un desgraciado, aunque esté mal decirlo de un hermano“.
- Pues así a la vista, parece buena persona. -comentó el empleado.
- No, si malo no es. Pero mejor no hablar con el que se siente ofendido. Mis padres lo dejaron escrito y eso va a misa. Si no está conforme que se joda.
Al día siguiente, el amo y el criado se fueron al campo a empezar la cerca.
- Como tengo mucho que hacer, te encargas de todo. Del río para acá mío, del río para allá del desgraciado de mi hermano. Quiero una valla, alta y tupida aunque tengamos que volver a comprar más material.
Al cabo de quince días el empleado le dijo al amo:
- He terminado el trabajo así que, págueme y me voy.
- Coge el caballo, que yo cogeré el mío y veremos cómo ha quedado tu trabajo.
Mientras iban cabalgando por el camino que les llevaba hasta la proximidad del río, el hombre que siempre busca trabajo, se puso a silbar.
- Pareces contento ¿Ya tienes otro trabajo?
- Si señor, he tenido la fortuna de ser contratado a partir de mañana. Espero que le guste lo que he hecho y que me pague en cuanto antes para irme a la ciudad a comprarme algo que siempre he querido.
- ¿Y qué es lo siempre has querido?
- Una armónica. He visto una armónica en el escaparate del Bazar y me gusta tanto, que hoy mismo la compraré. Cuando esté entre los riscos y en los bosques de espinos, me vendrá bien el sonido de mi armónica.
- ¿Dónde vas a trabajar, si se puede saber?
- Su hermano, mientras hacía la cerca que usted me encargó, me hablaba casi a voces, desde el otro lado del río. Me preguntaba por usted y le dije que tose de vez en cuando y que renquea un poco de la pierna derecha. Así que me contrató para que le ayude a restaurar y hacer más ancho el puente que usted mandó destruir poco después de que murieran sus padres.
- ¿Para qué quiere reconstruir el puente ese inútil?
- Dice su hermano que, como se llevan ocho años, es muy posible que usted caiga enfermo algún día y él podrá venir a atenderle. Con el puente hecho, podrán cruzar el río y ayudarse el uno al otro, aunque no se hablen.
El granjero del caserío se bajó del caballo y pidió a su empleado que le siguiera y se sentara junto a él a la sombra de una milenaria encina. Le ofreció un cigarrillo y dijo:
- Te diré algo: Mi hermano es buena persona como tú dijiste cuándo te señalé quién era. Mi padre tenía una buena colección de armónicas y te la regalo. Mañana iré contigo a hablar con mi hermano y una vez que hayas destruido la valla que has hecho durante quince días, empezaremos los tres ha rehacer el puente que nunca debí destruir. Entre mi hermano y yo te daremos trabajo y cobijo para toda tu vida. Puedes traer a tu mujer e hijos y vivir con nosotros. Me has dado una lección que nunca olvidaré. Por cierto ¿Cómo te llamas?
- Abel, me llamo Abel y no tengo familia, ni a nadie.

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