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martes, 12 de febrero de 2008

T. Q. 12 de febrero, martes.

Después de mi primer gran sueño, lleno de inquietudes, sobresaltos y pesadillas, desperté preparada para una nueva noche de actividad. La novela sobre los niños de la guerra que enviaron a Rusia, va avanzando. Tengo nombres para los niños y con la ayuda de Irina, pronto tendré los de los personajes rusos. La niña es morenita, ocho años y medio, pelo muy negro, ojos negros, delgadita y delicada de salud. Tímida, pero se siente responsable de su hermanito y como solo vive para él, saca fuerzas de donde no las tiene. Se llama Josefina. El niño es, digamos que... no muy rubio, ojos canela, fuerte de constitución, pero está delgado de tanta hambre, sonriente, vivaracho, seis años recién cumplidos. Se llama Darío. Me llamó Luccia Benvenutti para pedirme perdón por la escena de el sofá. No pasa nada. Eres libre, Luccia y en mi casa puedes hacer lo mismo que harías en la tuya. Nunca participaré contigo en nada que no sea estrictamente profesional. Ayer llamó el señor afinador de pianos. Su voz me cautivó. Su naturalidad, su... ¿cómo lo diría? Ha quedado en venir mañana sobre las diez. Ayer a las ocho y media aún dormía y mi móvil sonó. Soy Catterina, la del restaurante italiano ¿Podemos hablar? Si, claro. Quiero verte ¿Puedo? ¿Para qué quieres verme, Catterina? Para que me hagas el amor, para que hagas conmigo lo que quieras, seré tu esclava, seré tu amante, seré tu puta, seré lo que sea, pero por favor te lo pido, deja que sea algo tuyo ¿Dónde estás ahora? En la cama, desnuda, esperándote. Quiero que me beses a todas horas, que me lleves al más allá. No puedo dejar de pensar en ti ¿Quieres que te coma? Si, hazlo. No, no lo haré. Por favor necesito que oigas como me viene, pensando en ti. No Catterina, no ¿Dónde vives? En Rivas. Bien, tengo un piso amueblado en Avda del Mediterráneo, con el cartel de “Se alquila” ¿Estarías dispuesta a venir como si lo quisieras para ti? En media hora podría estar allí si quieres, me pongo una camiseta, unos tejanos y allí estaré ¿Cómo te llamas? Para ti, me llamo Kristel. Kristel, te deseo con toda mi alma ¿Quedamos? Hoy no, pero te prometo que algún día. Llámame a las tres y media y haré que te venga ¿Te parece bien? Kristel, amor mío, si supieras como estoy, con unas palabras cariñosas que me dijeras, me vendría. Bien Catterina, imagina que te las he dicho y hazlo a mi salud. Kristel, solo una cosa mas ¿Me dejarás que sea algo tuyo? Es posible, tu boca me vuelve loca y pienso en lo que serías capaz de hacerme, por eso, te digo que nos veremos un día de estos. Irina la chica de Letonia y Kimera la filipina, empezarán a trabajar para nosotros a partir del lunes. Están ilusionadas con la oferta que les hice y está decidido que pasarán quince días de prueba, si la superan, tendrán contrato de seis meses. Irina me ayudará con conversaciones sobre Rusia y su literatura y muchas otras cosas que pienso proponerle. Kimera, por ahora, será la encargada de la cocina, de la compra y de la plancha. Iremos viendo. Las dos son muy jóvenes y hermosas, pero eso es lo de menos. La chica de Kapital dijo que vive en Moratalaz, que su compañero tuvo un accidente de moto al ir a la concentración de Jerez. Llevaba una Honda de 1000 c.c, que acababa de estrenar. Ahora ella sola tiene que pagar el piso y a parte de su trabajo, se ayuda con extras que consigue en su casa. Los jueves y los viernes hace reuniones clandestinas de parejas liberales. Cobra cincuenta euros por persona y que si me animo que se lo diga, que ya sabe donde está los sábados de doce a tres de la mañana. Está liquidando la mierda de droga que su pareja no pudo vender. Iba ciego de coca, dijo ella con lágrimas en los ojos No tuve huevos para arrancarle de ese mundo tan hijoputa, añadió. Es muy posible que el sábado vaya a verla. Hay algo en ella que me parece muy valioso. Debe tener veintidós o veintitrés años y hay una historia terrible, al fondo, muy al fondo de su mirada. Subí a la habitación de mi hermano muerto y en la alfombra, desnuda, fumé un Pall-Mall azul. Dios, cuanto le quiero, porque vive en mi, mientras yo viva, aunque esté muerto. La moto de mi hermano es una Triumph de 500 cc y con ella dejó su vida. Tenía gran pasión por las motos y para andar por cuidad siempre usaba la Lambretta. Mi hermano era año y medio mayor que yo. Un día la tía Ruth dijo que las chicas y los chicos, aunque fueran hermanos, no podían estar juntos a partir de cierta edad. Nunca lo entendí. Hoy suena Lester Young y me estremezco. Saber que existes es bastante. Ojalá estuvieras aquí... T. Q.

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