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miércoles, 6 de febrero de 2008

T. Q. 7 de febrero, jueves.

Desperté un poco más tarde de lo habitual, sobre las tres y media, creo. Puse los brazos sobre la cara y empecé a pensar. Me sentía cansada, sin fuerzas para levantarme y me quedé así un buen rato. Mis personajes parecían gritarme: levántate y escribe sobre mi. Otro decía: me tienes olvidado y cada uno se levantaba y decía que quería más protagonismo. Una me preguntó intrigada: ¿A que esperas para liarme con un tío como dios manda? Hay peleas entre ellos y me vuelven loca con el jaleo que arman. Tranquilos todos. Está todo atado, perdón, está todo pensado y bien pensado. La escritura es una obra que necesita de varias etapas. El borrador, la poda, la reescritura, la poda de nuevo y finalmente, la corrección por parte de una tercera persona: el corrector. A pesar de tanto repaso nunca se acierta, siempre es imperfecto. Cometer errores es lo más habitual. Las tres muchachas que vinieron a verme para el trabajo, no reunían las condiciones que se necesitan para esta casa. Esta tarde recibiré a otras tres. El Retiro, a aquellas horas, estaba casi desértico. Varios jardineros y empleados de la limpieza del parque y muy pocos transeúntes o visitantes. De vez en cuando uno en bicicleta, o un patinador, o hombres y mujeres haciendo footing. Me quedé unos minutos observando la estatua de El Ángel Caído y bajé hasta Atocha por la Cuesta de Moyano. La escena de la película tiene mucha trascendencia y quiero que quede lo más perfecta posible. Esta tarde mandaré, por correo electrónico, la versión definitiva. Al regresar a casa, nada más cruzar Alfonso XII y entrar en el parque, una pareja se estaba poniendo un pico. Eran muy jóvenes. Delgados en extremo y de aspecto muy deteriorado. La chica tenía un reguero de sangre en el brazo ¿Qué miras, gilipollas? Dijo ella. Su compañero estaba en su limbo. Se me revolvieron las tripas. El frasco de la mesilla de mi hermano muerto vino a la mente. Algún caminante en dirección contraria y poco mas. Aún es pronto, me dije. Cerca del banco donde me suelo sentar había dos chicas con uniforme de colegio de monjas, se besaban y se metían mano ¿Qué miras, tío? ¿Nunca has visto a dos chicas besándose? Me levanté la cazadora por detrás. Y le dice una a otra: joder, pero si es una piva. Me senté en un banco junto a La Rosaleda. Encendí un cigarro. Cuando lo termine, si no ha llegado, me voy. No vino. Subí a la habitación de mi hermano a dejar sus cosas. El frasco tiene seis pastillas de... aspirinas ¡Qué alivio! Hair llegó a las once. Traía sus herramientas de peluquera. Nada más abrir la puerta me empujó contra la pared y me comió la boca, desesperadamente, mientras me metía los dedos. Tras la puerta me bajó al suelo y me hizo todo lo que quiso. Sus pechos y su vientre, brillaban de sudor y se limpiaba los dedos con un clinex. Fumamos un cigarro abrazadas y dijo: cada día sabes mejor. Esto es una locura y yo que venía pensando en no hacer nada... Al terminar el cigarro, la cogí de la mano y la llevé hasta la cama revuelta. Desnudas, salvo su braguita con el tampax, nos tendimos una frente a frente y nos mirábamos con infinita ternura. Me subí encima de ella y puse mi rodilla entre sus piernas, mientras comía sus pechos y su boca, apretaba con mi rodilla su sexo oculto, mis dedos acariciaron su ano y se introdujeron hasta que conseguí que le viniera. Sus lágrimas corrían por las comisuras y las bebí a besos. No llores, todo tiene arreglo. Pero si es que lloro de felicidad ¿No lo comprendes? Piden comprar un mínimo de tres mil euros. Se puede ganar mucho dinero, pero no se si atreverme a decírselo a mi marido y ahora ese dinero nos hace falta para la letra del piso y el seguro del coche. Tu marido lo tiene que saber. El dinero nos es problema, te lo dejo. Mira el catálogo ¿Cuánto cuesta este arnés? No se. El negro para mi, dije. Mañana llamaré a Luccia Benvenutti, estoy decidida. Crearemos una editorial al 50%. Libros con un sello de identidad propia. Diseño y tipografía personal y única. El guión de la película que están rodando tiene cambios como para sacarles el dinero de la inversión en la editorial y en los juguetes eróticos. Hair es buena vendedora y tendrá muchas clientes. El corazón de mi pubis ya está negro y espeso. Se puede coger el vello con los dedos. Billie Holliday me acompaña en mis cosas. Después de comer me acuesto y tengo un sueño. Me despertó el teléfono: Mi madre dice que anoche la voz del otro mundo decía: “¿Mamá, mamá donde estás?”. Me doy un baño y me preparo para recibir a las chicas de hoy. Lo que escribí en el ordenador es aprovechable. La novela trata de un niño de la guerra que llevan a Rusia. Me miré al espejo, profundamente a los ojos, puse mis labios sobre mis labios y me besé a mi misma. Mi lengua me lamió y me gustó sentirme “viva” y me dije: Está bien así, está bien así. A partir de ahora voy a quererme mas. Esa novela me dará sangre de vida como escritora y como mujer. Estos versos: “Ante el espejo/ Olas de cristal y diamante/ Conchas de coral y una perla:/ Mi corazón en ti”/ ¿Cómo eres tu? Me acuerdo mucho ... T. Q.

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